miércoles, 21 de abril de 2010

MIL Y UNA

















¡Qué suertudo ! ¡Qué baraka! Me encuentro una entrada para la fastuosa mezquita Ummayiad, donde está la tumba de Saladino, en un banco de sentarse. No sé si es de hoy porque no sé leer en árabe pero me la juego haciéndome el longuis y cuela que te cuela...pa dentro. En el recinto se siente la devoción y el silencio, solo el griterío de los niños jugando a resbalar sobre el mármol fresco del gran patio. Las turistas se han de vestir cubrıendose por completo con un capa con capucha de color verde. Descalzos todos. Hoy es Viernes, el día de descanso para los árabes. Sin embargo, el Museo Nacional está abierto y es interesante. Me enamoro de la más insignificante figurilla: una joven músico de terracota tamaño llavero, tan frágil que me sorprende como ha llegado en ese estado de conservación a nuestros días. Realmente bella.
Camino sin prisas, sin rumbo, sin red, por el Viejo Damasco. Voces amables me hablan. Los narguiles traen aromas de otros tiempos; suena la música de los comercios...
Recibo un mensaje de Marta; me anima a que me apunte a un concurso para dar la vuelta al mundo. Me pongo a ello con la ayuda de Rosa, mi compañera de azotea, y descubro que mi cámara tiene vídeo y graba voz. Sin guion ni nada que se le parezca me lanzo al ruedo y el resultado no puede ser mejor. Nos tronchamos de la risa. Sale bien a la primera y sin ensayos. Pero la censura del país me impide subir el vídeo. Las redes sociales no pueden operar en este país. He de esperar a llegar a Turquia y ya voy sintiendo que el aire fresco de la noche me empuja y atrae hacia el Norte. 

Esta noche es la última y salgo a bailar. Rosa, la valenciana animada, me lleva a un sitio que conoce. Pero antes cenamos en un sitio de postín. Los jóvenes acompañan a las chicas en la pista; ninguna baila sola, a excepción de Rosa, apasionada del baile que lo hace sola cuando yo me siento ya cansado de mover dos huesos y medio músculo. Nos damos todos la mano y hacemos un circulo; bailamos ''Dabke''. Me invitan a una cerveza; y ya comienzo, antes de irme, a extrañar esta ciudad asombrosa de Mil y Una Noches, desde la azotea del Al Rabia. 



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