jueves, 8 de abril de 2010

EL LADRON DE DAMASCO


Me acaban de robar del modo mas absurdo y tontorrón. El taxista se queda con el cambio y arranca en cuanto salgo con la mochila por la portezuela dejándome tirado en una calle populosa. Son 5 euros pero para él son tres días de trabajo por la cara; y eso que parecía majo el cabronazo. Al menos estoy junto al hotel "Al Rabia" que es una maravilla. Está completo pero el impasible recepcionista que me lo dice se apiada en última instancia cuando le cuento lo del taxi, lo de mi tía abuela enferma de sarampión y apelando a las buenas relaciones internacionales ente países amigos, a la Casa Real, al pacto de Varsovia y al trasvase Tajo- Guadiana....Entonces, conmovido me da una cama en el tejado. Y es aquí donde vivo en Damasco, en un tejado, y estoy encantadisimo. Estoy es un palacio de 400 años. Me cobran baratisimo y esta limpio, limpio.
La frontera de Siria la he pasado del modo más extraño. El taxista jordano me ha bajado del taxi y me ha metido en un bus islámico que estaba al lado sin darme explicaciones. Soy el único extranjero. Él ha seguido en su taxi con mi mochila. Tras pasar un control  me apeo para que en un edificio me sellen la salida, entonces me reencuentro de nuevo con el taxista que me mete de nuevo en el coche. Antes de llegar al otro lado soborna con unos billetes a unos militares en un falso apretón de manos. Creo que así puede traficar con cartones de tabaco y no le revisan. En el lado sirio saco la visa pero me retienen media hora porque no he rellenado la casilla de "y tu que haces con tu vida" porque no sé qué poner. Me lo pregunta un oficial y se me ocurre decirle que soy camarero. Frunce el ceño y abandona su sonrisa bigotuna; hace gestos de beber y gestos tontos de estar emborracho. Yo le sigo la gracia y asiento, sí, sí. Y entonces él se pira todo serio, se pira con mis papeles. La he cagado porque aquí para ellos eso de vender alcohol es como ser traficante de heroína. Veo cómo todo pichichi sale con la visa menos yo. Al final me visan y vuelvo al taxi que soborna de nuevo a los sirios con más billetes metidos en los pasaportes. En efecto, lleva tabaco de contrabando. A media hora de la entrada a Damasco frena el taxi, se apea, y se pira en mitad de la autopista en una camioneta que pasa por allí sin dar explicaciones. Un tipo con el que hablaba entre el polvo y el ruido del tráfico se sube, en un tipo al que no conozco y con él continuo viaje. En el extrarradio de Damasco me dice que baje, que tengo que cogerme otro taxi, un taxi amarillo local. No entiendo nada. Y aquí es donde me para el cabronazo ese que me da el sablazo más tarde. Si es verdad que tiene dos niños espero que el dinero sea para ellos.

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