miércoles, 21 de abril de 2010

ALI BABA EN ALEPO


Sacudo mis huesos a las 6 de la mañana para tomar el tren a Alepo. El recepcionista que me dejó tirado anoche en la calle más de una hora mientras yo llamaba inútil y desesperadamente al timbre sigue roncando igual bajo el cristal de la oficina, como un tronco. No me lo puedo creer: estoy tirando el hotel abajo porque voy a perder mi tren. Pero consigo que resucite y me abra para ''in extremis'' llegar a tiempo de subir al vagón. El paisaje es anodino pero los trenes tienen ese encanto especial que hace que incluso parado en cocheras uno sea feliz.
Cuando llego a Alepo me esperan unos cuantos rufianes: son los taxistas de Ali Baba, un hotel de las afueras que les tiene comprados. Como auténticos bandidos intentan raptarte para llevarte allí y ganarse la comisión. Muerden. Pero aparece el tipo bueno de la película en su coche amarillo y me rescata. Siento las dentelladas en el culo rasgando los calzones mientras subo al taxi salvador. El hotelucho al que llego tiene encanto pero el gerente tuvo la poca cortesía de echar a Claire, la americana que conocí en la azotea de Damasco por querer socializar demasiado con ella con unas cervezas en la azotea donde se duerme. Según ella me contó el tipo es un ''ashole''. Y vengo a comprobarlo por mi mismo: cierto es.
Aquí duermo en un balcón. Esto es la monda, me encanta el largo y estrecho balcón cerrado por una estructura de madera panelada con una ventana que mal cierra a la calle. Aprovechan los balcones...qué ingeniosos.
Arriba, en la azotea, hay colchones y un café con librería muy acogedor que permite conocer a otros viajeros. Conozco a Allen, un señor jubilado y jubiloso de Camberra que se está construyendo sin ayuda de nadie, solo con unos planos, un velero de 11 metros en el patio de su casa. Gran navegante que solo ha navegado tres veces en su vida. Necesita 5000 horas de trabajo y 45.000 dólares australianos. Está ya en la fase final y me lo enseña por Internet. Qué gran tipo, me recuerda físicamente a Gary Cooper cuando ya era viejito. Le cuento sobre el gran Joshua Slokum que circunnavegó la tierra en solitario por primera vez y hasta tres veces antes de desaparecer en las aguas del río Orinoco, allá por 1870 cuando los veleros cedían al empuje de las maquinas a vapor y él no quiso cambiar las velas por el humo y el ruido. También ese capitán reconstruyo en solitario el ''Spry''. Le veo quedarse contemplativo; llevan la misma sangre, la misma alma de buenos tipos bondadosos con una empresa incierta entre manos que van a llevar a cabo por mandato de unos dioses que habitan dentro de sus corazones solitarios.
Alepo resulta ruidoso y bullicioso. El bazar es enorme y populoso; vende pastillas de un jabón muy típico y afamado de aquí. 

Sobre la ciudad de Alepo hay una enorme fortaleza subida en un promontorio de origen basáltico e imponente. Desde aquí se domina toda la ciudad, las vistas son fenomenales. Solo hay un pero. Al mediodía sucede algo pavoroso: comienzan a sonar por toda la gran ciudad cientos de llamadas a la oración por las megafonías de los cientos de mezquitas más abajo. Todo ese sonido asciende como un ejercito del más allá hacia la fortaleza; parecen lamentos, son como aullidos, sirenas ululantes, en una maraña delirante. Me llega la imagen del cuadro ''El Grıto'' de Munch multiplicada por mil. Siento en falta la alegría del tañer de las campanas, su alegre repique...Así que a la tarde me voy al barrio armenio solo para oírlas.
Zumos de frutas enormes hay aquí por medio euro y restaurantes donde en lugar de mostrarte el menú te introducen en la cocina y te muestran los pucheros para que huelas, veas y escojas...¡¡¡ummm!!! Limonadas a la menta con hielo en las terrazas frente a la fortaleza inexpugnable viendo a las gentes pasear y sacarse las fotos de rigor...
Hoy se celebra el día de Liberación Nacional de los franceses, que se salda aquí y ahora con un ligero fracaso. Alguien ha pensado que clavando unos maderos con clavos puede construir una grada capaz de soportar el peso de 20 muchachotes uniformados portando banderas patrióticas. En mitad de las primeras sonrisas y agite de banderines al público sucede...¡¡¡zass!!! Todo el tinglado abajo. Suenan las ambulancias, un poli pierde la gorra al desvincularse del asunto persiguiendo a un golfillo que le gana a la carrera. Las banderitas sirias son sacudidas ahora con menos entusiasmo por los de abajo. Se entona el himno nacional con fervor patriótico a pesar de todo. Hay varios heridos y un desbarajuste extraño porque resulta de lo más calmoso al mismo tiempo...
Regreso al hotel con la canadiense ancianita que se parece a Agatha Christie y escribe artículos de viajes y enseña caligrafía. Cambio mi guía de Egipto por la de Turquia. Me siento timado por el gerente que se frota las manos; tras las gafillas brillan sus ojos astutos y asoma una sonrisa sardónica por haberme ganado la partida y unos bılletes. Sí, es un poco ashole...




es un poco ashole.

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