lunes, 29 de diciembre de 2008

HEY ¡¡¡

Me calcé los zapatos del otro hombre y entonces comencé a conocerle. Era un mago de los mares irlandeses y un excelente tratante de ganado. Le gustaban las jovencitas y sus juguetes y se ruborizaba bajo un cerezo en flor. Pisaba un poco mas con la pierna derecha porque sobre ese hombro cargaba todo su amor. Tocaba la balalaica y fumaba una pipa eterna por lo que veía el mundo a través de una bruma aromática de tabaco. Vestía un capote largo y dibujaba preguntas en el aire. Mientras vivía en la silla mecedora apuraba el vaso de whisky hasta la ultima gota y cantaba canciones peregrinas. Casi siempre andaba contento con ambos pies porque era un gran tipo, de gran tonelaje; a pesar de que desplazara una gran carga. Las gaviotas se arremolinaban en torno a él con descarados discursos picantes y realizaban estupendas filigranas volátiles. A veces se mofaba de los pescadores de agua salada y emitía vitales risotadas inflando bien los mofletes rosados de barba roja. Siempre llevaba un catalejo y una armónica: Con el catalejo puesto del revés auyentaba los malos augurios o bien acercaba las buenas nuevas poniéndolo del derecho; y con la armónica se complacía en soplar los flequillos a los muchachos del puerto. Cuando se encontraba extraordinariamente fuerte se desternillaba de la risa ante los problemas que la vida le presentaba, pero cuando flojeaba y levantaba el morro hacia arriba, como sí un anzuelo le hubiera enganchado, ponía cara de sinsorgo y se quedaba mas feo que Apucio. Un día se dio un gran batacazo y le trasladaron al hospital. A la semana siguiente sonaban los violines, las campanas y los órganos. Cuando le enterraron con su capote le pusieron uno negros zapatos nuevos brillantes del lustre. Es por eso que ahora que me pongo sus viejos zapatos tragamillas que no paran de hacerme reír y cosquillas en los pies que le conozco tan bien.

ASUNTO 3

A Troche y Moche no les gustaban Tom Robinson ni los chicos de su bufete. Les trataban como a mocosos y se ocupaban del asunto con presunción de inocencia. Ellos no se habían enganchado al gatillo; fue el vagabundo que parecía poco escarmentado. Eso lo recordaban ellos bien puesto que le habían confundido con una lata. Todo lo demás sucedió por simpatía; una cosa les había llevado a la otra: consentimiento mutuo. Pero hay ciertas dudas: antes del primer disparo y después del ultimo el vagabundo parecía un gigante y luego un grupo de apaches; dijeron. No hubo ningún sobreviviente cuando le vaciaron el cargador a las afuera de la ciudad Ricki. A partir de ese momento llegaron otros. A las fieras les iba a caer cadena perpetua.
Troche vivía en el hueco de un árbol y aficionaba a quedarse despierto la mayor parte del tiempo, y Moche era un ferviente amigo de las confabulaciones con hebilla y cinturón. Investigados sobre su pasado se descubrió su otra identidad. En los tiempos de la ira se llamaban Toma y Daca y solían dejarse el cerebro en casa. Merodeaban por las azoteas y soltaban mala baba. En la escuela linchaban al niño que jugaba a ser el sheriff y desmontaban las acusaciones por falta de sostenibilidad. En su caso, la prueba circunstancial era la sincera pobreza y cruel ignorancia sobre el hecho de infringir el caduco código del honor y la grave falta de la razón. En rigor, eran seres animados por la incitación de lo imperdonable. La rabia les empujaba a cualquier abismo. Eran unos alegatos.

domingo, 28 de diciembre de 2008

EL PORDIOSERO

El gran maestro Rana le dijo: " Sí mantienes esta tela colgada a tu espalda sin nunca verla con tus ojos y con Fe en lo divino, la larga y dificultosa travesía que te espera sera auspiciada por los dioses y podrás salir indemne de todos los peligros e inconvenientes que te surjan hasta llegar a tu destino. Esta escritó que te sera otorgada la túnica carmesí ". El novicio convencido y con toda la fe del mundo en su maestro se dirigió a su lejano destino en las montañas del gran país con nada mas que su atillo y sus ropajes rojos. Un día atravesando un río caudaloso y con una fuerte corriente sintió enormes dudas y despojándose en mitad de el agua helada de sus ropas se puso a ver que tipo de tejido era aquel que tanto le favorecía en su vida mendicante. La curiosidad le podía. Miró el reverso y vio un tejido blanco y andrajoso cosido fuertemente en el que pudo leer una leyenda que decía: Dios es un invento del diablo. Sintiose insultado y adivinó el origen de las risas y las chanzas que le perseguían al cruzarse con las gentes. Arrebatado de furia arrancó la pieza de tela y la tiró a las aguas bravas con un gran enojo hacia su maestro y una profunda desconfianza hacia sus enseñanzas. Acto seguido apareció una enorme rama flotando entre las tumultuosas aguas y esta se le enredó. Le arrastraba rió abajo y le sumergía en otras aguas paralelas, dándole forma de pez en otro juego divino. Un pez carmesí cuyo destino era remontar las aguas a contracorriente durante todo lo que durara esa nueva transformación.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Por la cuesta de Cañadío

Una débil voz salida de un rincón a mi derecha reclama mi ayuda - ¿Me puede ayudar?- Veo que es un viejo sentado en un reborde junto a la puerta del Hogar del Jubilado que me tiende una mano y que no es para pedir limosna. Me doblo un poco para ver en que le puedo ayudar y entonces el viejo se me apoya en el antebrazo y temblorosamente se aupa. - Solo es subir esa cuesta; es que yo solo no me valgo; hagame el favor.- Se coloca frente al empinado reto y se apoya con la otra mano en una cachava. Comienzo a andar y veo que el anciano no camina sino que arrastra los pies por el suelo a una marcha de tres pasos por baldosa y se me queda ya que con uno solo de los mios ya le he dejado atrás y tengo que desandar ese escaso trecho a buscarle. Va a ser una cuesta eterna.
- Yo me llamo Félix; y ¿usted?. Soy vallisoletano pero vivo aquí desde hace 8 años.- Me dice con voz trémula pero serena. Seguimos el ascenso intercambiando conversación y me detengo a observarle. Veo al viejecito menguado y fino, vestido correctamente con un abrigo y una bufanda cruzada y que sobre la cabeza lleva puesta una gorra de visera. Todo ello tiene un aspecto gastado y raído y en la gorra hay una cagada desvaída de paloma. Le falta algo de aseo y un cierto hedor asoma de vez en cuando resultando molesto. Tiene casi 80 años y me cuenta que es el menor de 4 hermanos y que ya solo queda él; los demás se han muerto hace poquito uno detrás de otro, como si una plaga les hubiera llevado. Me confiesa que le asusta la soledad.- Me hace pensar mal. Vivo aquí cerca, en un piso alquilado. Ya estamos cerca. Vamos, vamos, un poco mas rápido, que no le quiero molestar a usted.- Me encomia y se arranca en un diminuto sprint con el que consigue avanzar una baldosa en solo dos pasos en lugar de tres. - Hace dos meses me rompí la pierna y estuve ingresado en el hospital 15 días. Me trataron bien y la comida era variada; aunque algunos se quejaban a mi me parecía muy buena; es que mi cuñada me ha tenido muerto de hambre dándome de comer siempre lo mismo y muy poca cosa. Quería que le diera el dinero de la pensión. Ahora no le hablo y eso que es ella la que quiere; pero yo no -. Afirma con determinación. -Ahora estoy solo; mi mujer murió hace 8 años. Ella era de La Vega de Pás. La soledad: eso es lo que peor llevo. Estar solo me hace pensar mal -. Le pregunto donde cenara mañana y al principio se extraña y me dice que se guisa él y que otras veces se va a un bar a comer. Le digo que mañana es Navidad y se queda pensativo.- Ah, si, Navidad. ¿Habrá un bar abierto?- Le pregunto si puede subir escaleras ya que yo vivo en un tercero sin ascensor. - No hijo,no. En el departamento donde yo vivo hay dos ascensores. me cuesta caro; pago 300 euros de alquiler. Vamos,vamos; un poco mas aprisa que no le quiero molestar a usted. - Tiene una barba y un bigote blancos que se le unen a las cejas canosas por unas patillas alborotadas. De el conjunto asoma una nariz delicada y unos ojos pequeños que son de un azul desgastado. Tiene buen oído y la cabeza le funciona bien. Es muy amable. Me cuenta que cuando tenía 8 años su padre le llevo a Aranjuez en busca de trabajo y que allí fue portero de un hotel. La mayor parte de su vida la vivió en Madrid; hasta que conoció a su esposa y se vino a Santander.- Murió hace 8 años-. Me confiesa. - Y yo tengo miedo al día de mañana. Hoy puedo valerme pero ya no tengo fuerzas y la soledad es lo que peor llevo, me hace pensar mal. Ande,ande; que usted tendrá cosas que hacer y yo no le quiero molestar a usted.- Y da un breve arreón sobre la baldosa como un muñeco que funcionara a pilas avanzando unos centímetros de mas. Pasamos por la tienda donde compra el pan todas las mañanas y luego una vecina se detiene a interesarse por su estado: el medico le ha recomendado que camine todos los días. Me pregunta que donde pasaré yo las Navidades.- Yo bajaré a un bar a cenar.- Me dice. - Porque habrá un bar abierto ¿no cree usted?-. Llegamos al final de la cuesta y continuamos un rato mas.- Déjeme aquí. Ahora ya puedo yo solo que no hay cuesta. Tengo todo el día por delante -. y esto lo dice con una gran pesadumbre.- Feliz Navidad para usted y su familia-. Yo también le deseo Feliz Navidad y lo dejo en la calle llana, pero lo veo de pronto girar y tomar una calle cuesta abajo. Va caminando a su marcha, como el último rescoldo de una fogata que se apaga, a pasitos cortos para buscar, sin duda, a alguien que le ayude de nuevo a subir la cuesta y le quite de pensar mal.

martes, 23 de diciembre de 2008

La camioneta

La camioneta se detuvo averiada junto a la pista en mitad del desértico pedregal. El sol golpeaba fuerte a mediodía y el horizonte temblaba. Una serpiente reptó hasta unas piedras calientes y se detuvo entretenida en hacer sonar el cascabel y mas tarde fue una figura difusa la que se acercó. El coyote orinó sobre el neumático y busco la sombra en un arbusto reseco. El día iba transcurriendo sin mayor novedad cuando una nube de polvo marrón se elevó en el aire y un rebaño de ovejas cruzó por el desierto hasta quedarse detenido en las proximidades de la camioneta acampando a sus anchas sin otra cosa que hacer que balar y rumiar en algunos brotes espinosos. El pastor, un indio carbonizado por el sol, sacó de una bolsa de cuero algo de comer y entrecerró los ojos aguzando la vista. Venía por la pista un coche arrastrando una enorme caravana; era la parte de un circo ambulante compuesto por una sola familia numerosa. Aparcaron a un lado y al rato comenzaron a salir algunos niños que corrían de aquí para allá haciendo acrobacias y cabriolas con cuerdas y pelotas malabares. Oculto por el deslumbre de un sol que declinaba un autobús de la linea oriental llegaba como surgiendo de las entrañas de la tierra y abría las puertas para luego arrancar y perderse en el horizonte. De él se apearon un grupo de mejicanos compuesto en su mayoría por mujeres y niños. La temperatura descendía y en el recorte de una lejana cordillera asomaba una luna pálida. Entonces una camioneta conducida por unos jóvenes, dio un frenazo cuando parecía que iba a pasarse de largo y una enorme polvareda la cubrió; por las ventanillas bajadas se escapaban las canciones del transistor hacia el desierto;y de ella se bajaron a inspeccionar la camioneta averiada cuatro jóvenes de largas melenas de los cuales uno era una muchacha de no mas de dieciséis años. Buscaban piezas de repuesto. Abrieron la portezuela delantera y fisgaron dentro. Al fondo de la camioneta averiada un hombre de piel cetrina y ojos oscuros cuidaba de una mujer que yacía tumbada pasándole paños húmedos por la frente. No dijeron nada; pero decidieron quedarse por allí sin saber a que se debía el motivo de su decisión. Las hogueras se habían encendido y calentaban a los diversos grupos acampados. Los mejicanos cantaban y tocaban una guitarra española. La noche oscura y limpia donde brillaban las estrellas mostraba un variopinto grupo. De pronto rompió un bebe a llorar y todos quedaron en silencio para oír mejor. Provenía de el interior de la camioneta donde había una luz temblorosa. Las canciones volvieron con mas alegría en el páramo y se oía a la gente reír. En medio de la celebración y bien entrada la noche el rugido de unos motores adelantó la llegada de tres motoristas. Con las luces de los faros aun encendidas se agruparon y estudiaron el contorno del lugar y a los grupos reunidos junto a las hogueras. Asentían y parecían estar de acuerdo con algo. Dirigieron la mirada a la camioneta averiada y después al aparato de navegación que les había guiado hasta allí. En el firmamento se movía un satélite camuflado entre las estrellas.

domingo, 21 de diciembre de 2008

¡¡¡VAYA SUSTO !!!

Hoy he tenido una visión: Franco resucitaba. El acontecimiento ha tenido lugar cuando me paseaba por la plaza del ayuntamiento de Santander donde una multitud congregada era objeto del mismo fenómeno. La figura del Generalísimo cabalgando un corcel y con el rostro de las antiguas pesetas emergía de un pedestal y flotaba a unos 5 metros del suelo balanceandose en el aire suavemente. Boquiabiertos, expectantes y temerosos observábamos tal acontecer; algunos, embargados por la nostalgia, creían estar ante una visión mariana. El Caudillo junto con su cabalgadura y muy lentamente se ha movido girando ante el respetable, como un rejoneador en la plaza de toros. Su templada mano tiene asidas las riendas del brioso caballo que se aguanta con los ojos desorbitados,con el trote contenido, por las bridas en la boca desencajada. Picasso pintó uno así en el Guernica. Sobre ese remedo de país enloquecido domina el destino de la nación extraviada el General. Por si las moscas alguien le ha encadenado fuertemente y también unas cinchas le rodean como a los locos peligrosos o como a los monstruos de laboratorio; es por ello que no huimos en desbandada. Mientras unos operarios percuten y sueltan el hormigón agarrado a los cascos del caballo, una inmensa nube de humo blanco surge ascendiendo y le cubre espectralmente: es humo del mas allá. Los comentarios mas diversos se oyen y los fantasmas enfrentados asoman la patita. Luego la grúa que lo sujeta le introduce en la caja de un camión. Hay un momento terrible en el que la estatua es desencadenada; muchos somos los que retrocedemos con aprensión; quizás se desencadene también su furia, su revancha; quien sabe. Pero los operarios son expertos en estas lides y enseguida vuelven a amarrarle; esta vez rodeándole con unas cinchas de color azul que parecen bandas de homenaje. Todo apunta a que va a volver a desfilar por la ciudad como hiciera 45 años atrás; sin embargo la cordura se impone y finalmente se le cubre por entero con un plástico negro. El alivio es mayoritario. De ese modo amortajado sale en el camión entre vítores de unos y abucheos de otros en su último desfile hacia las afueras de la ciudad, hacia las afueras de la memoria. Paquito.

jueves, 18 de diciembre de 2008

CHISGARABÍS

Era un "abrelotodo", un tragaleguas y un calzaslargas; un pitagorín y un mondadientes, un chorlito, un repámpano, una gárgara y un "abracadabra" y un...y vivía en una tachuela junto a su anciana bisectriz que le cuidaba y le ponía la comida a la mesa. Trabajaba como enclenque en una factoría de salar y ahumar arenques. Cuando terminaba la jornada se subía en un silbido y llegaba pitando el primero a la Taberna de las Espinillas, donde los jóvenes se reunían a jugar a las carambolas y a lanzar epítetos a una diadema de quita y pón. Enseguida le pedía a Luisón Indómito que le sirviera una jarra de gas-sifón y unas pecaminosas en un platillo con las que masticar el tiempo de Pascuas a Ramos. Para cuando llegaban los demás clientes, él ya tenía el mejor taburete. Una holgazana portuaria de ampulosas lorzas y mofletudos papos le tenía sorbido la sesera de aserrín. Le restregaba un poco las ubres y la mamífera ya le tenía domesticado en la bolsa marsupial como un alevín pamplinas. Pero, "ay,cuando no venía"; entonces bravuconeaba con los hermanos Pendencia y se las tenía con los que barruntan "Mecachis en la leche". Aún no teniéndole en cuenta las bravatas,resultaba un tanto mentecato y fue en Pentecostés que un tibidabo le endilgó una órdiga de las de campeonato. A partir de aquel descalabro tuvo algo mas de prudencia ya que pudo comprobar en sus propias endebleces que el ser un alfeñique no le libraba de los tragaldabas. Había quedado algo mas alcornoque desde aquello y había días que en lugar de hablar farfullaba y que las tetas de la mamífera solo le insinuaban algo pretérito pluscuamperfecto allende los mares y los océanos; por el Ártico y el Antártico: los leones marinos. Se subía a la barra y comenzaba a claquear a la par que tocaba diabólicamente una concertina a toda pastilla,con los ojos girando y los pies danzando esquivando jarras de cerveza y libros de puericultura.

EPISODIO

El amigo de toda la vida viene todos los Martes y Miércoles para darme la extremaunción, ya que a veces parece que me muero y otras no. Pero solo es en las primeras que se alegra y en las otras demuestra un gran fastidio. Como no puedo hacer que le echen de aquí me he de aguantar. Posee una gran memoria de los viejos tiempos y una asombrosa capacidad discursiva con la que darlos rienda suelta. Lo mismo se remonta a los tiempos de parvulitos y me recuerda la vez que casi le saco un ojo con una pintura de cera afilada, que se me viene hasta la época en que me fornicaba a su esposa vestida de novia en las horas previas a su boda. Yo ya me había olvidado de muchas cosas; de memoria iba él mejor servido. De cuando atropellé a su chucho dando marcha atrás al coche ya no me acordaba y de cuando le aplastó la bici la apisonadora que hice andar en las obras de la carretera nueva, tampoco. A qué venía todo esto ahora, no lo se. Alguna mosca le ha picado; pero lo que a mi me pasa es que me duele todo y la morfina ya no surte efecto en mis nervios quemados. Tampoco puedo articular palabra y la fuerza en los brazos es la justa para alcanzar el vaso de agua. Estoy tan cansado que no tengo sueños, solo esta realidad dolorosa. Se que hoy es Miércoles porque aquí le tengo sentado en el sillón mirando por la ventana al resto de pabellones. No se que me esta contando ahora de esa vez que le deje sin blanca y sin coche porque me fui al casino y me lo jugué todo y tuve que volverme a casa en el coche de un tipo con mejor racha. Ayer me vino con una monserga del estilo: parece ser que algo dije de su madre cuando murió; que me alegraba de que esa furcia que le había malcriado estuviera cubierta de tierra y que tan solo lamentaba que no lo estuviera de estiércol.
Ahora parece distraido,algo estúpido. Le he metido en la coca cola suficiente morfina como para matar un caballo. A ver si tiene huevos de venir el Martes.

sábado, 13 de diciembre de 2008

EL ZARPAZO

Se hacía llamar "El Zar"y todo el mundo le creía un ruso de las estepas. Se ganaba la vida como mentalista y una bien merecida reputación le precedía. Era un tipo silencioso y enigmático que trabajaba solo y no hacía amigos. Eran numerosas las habladurías que corrían sobre él.
Acostumbraba a dar varias funciones a la semana para que las gentes llegadas de los pueblos tuvieran ocasión de verle actuar. El número de los relojes era el mas esperado porque era inaudito. El Zar pedía a un grupo de voluntarios subidos al escenario que mostraran al público la hora de sus relojes de bolsillo y que los guardaran de nuevo en su sitio; a continuación cerraba los ojos y se concentraba. Cuando consideraba que el grave esfuerzo realizado había dado su fruto los abría de súbito y ordenaba que se mostraran de nuevo. Mientras que mantenía una mano recargada de anillos suspendida en el aire iba, con una voz hipnótica que arrastraba y marcaba considerablemente las "erres", adivinando las nuevas horas en que los relojes se habían posicionado. Los voluntarios sacaban entonces los relojes de los bolsillos de sus chalecos y sus rostros pasmados lo decían todo. Cada reloj marcaba una hora diferente; la que el Zar había predicho. El público aplaudía a rabiar. En su otro número estelar,que era mas conocido pero no menos asombroso los voluntarios escribían en laminas de papel blanco ciertos números en secreto. Ocultos a la vista del mago eran inefablemente acertados.
En la"nochevieja" actuaba para el gobernador. Acudía lo mas granado de la sociedad a su gran casa y una orquesta amenizaba la velada con música adecuada para la ocasión. Los camareros servían la bebida en costosas copas de cristal húngaro y distribuían la exquisita cena en bandejas de plata; mientras que los comensales no dejaban de parlotear,reír y bailar engalanados como para un concurso de moda donde nadie deseaba quedar el último. Había una enorme animación en el salón que se deshizo cuando la orquesta anunció la aparición del Zar, arremolinandose los invitados frente al escenario. La actuación del mentalista era casi mas esperada que las propias campanadas que sucederían a continuación para despedir el año. El Zar emergió de la oscuridad envuelto en un pardo abrigo de pieles y llevando sobre la cabeza una gorra de "Husar". El fuego de unas antorchas iluminaba la escena y revelaba las marcadas facciones del hombre acentuadas por el maquillaje, y la cicatriz que surcaba una de sus mejillas, supuestamente ocasionada por un sablazo, brillaba incandescente al colocarse entre los fuegos. En ese momento era el dueño de la escena. Con sus enigmáticos silencios y una serie de poses un tanto extravagantes; como las de un actor de otra época sacado de una película de cine mudo, tenía al público metido en el bolsillo. Entonces dio comienzo al espectáculo. Primero realizó un número que consistía en acertar las edades de las personas presentes, lo cual fue motivo de chanza y cierto sonrojo para algunos de los presentes y después y para grata sorpresa de los invitados sacó al mismísimo gobernador que tuvo que ser animado a subir al escenario. El Zar le propuso lo siguiente: tenía que concentrarse en ocho números que solo él y otra persona conocieran y nadie mas. El gobernador guiñó un ojo a su querida esposa que asintió complacida a la señal y luego los cerró concentrándose en ellos; el Zar hizo lo mismo y ambos mantuvieron un largo duelo observado por los concurrentes de modo reverencial. Pasado un tiempo que parecía eterno se elevó un murmullo sordo en el salón y entonces el Zar por fin abrió sus ojos grises y
con ellos rodeó la sala. Algo le inquietaba. Parecía ahora un lobo de las estepas. Con un movimiento brusco de todo su cuerpo, arrebujandose en sus ropajes saltó desde el escenario a la zona de baile y abriéndose paso entre la gente atónita desapareció como llevado por un diablo por la puerta sin decir un "Ahí te quedas". El murmullo en la sala se convirtió en una sucesión de acusaciones y declaraciones en contra del mentalista. Estaba claro que era un farsante; todo tenía truco; les había timado; era un impostor; lo sabían desde la primera vez que lo vieron. Estas cosas y otras, como que en realidad era un español salido de un sanatorio y que de ruso solo tenía la gorra, o que era un violento asesino en busca y captura, o que incluso era una mujer disfrazada, era lo que se decía ahora. De pronto todos parecían saberle de antemano de otra naturaleza distinta que se había echo evidente hacía unos momentos. Con ello consiguieron transmutar la frustración inicial en un amago de triunfo compartido del que sacaban pecho, como los pavos del gobernador. La orquesta sonó de nuevo con mas ímpetu si cabe ya que la hora de las campanadas que despedían el año se aproximaba; corría el champaña. Los invitados fueron saliendo con los abrigos puestos y las copas en la mano a los amplios balcones y en ellos se agolpaban para ver mejor la torre del campanario cuyo reloj iluminado ya marcaba cuatro minutos para las doce. La música seguía sonando dentro y todos reían alocadamente. Poco a poco, las risas fueron decreciendo. Sucedía algo de lo mas curioso: las agujas del reloj no se movían. El estupor era general. Alguien sacó su reloj de bolsillo y ese acto fue pronto imitado por el resto. Era inaudito; cada reloj marcaba una hora imposible, todas diferentes. Ya no había risas en el aire, ni posibilidad de brindis alguno; especialmente para el gobernador que a la mañana siguiente celebraba la entrada del nuevo año arrodillado con su esposa ante la caja de caudales saqueada sin asomo de haber sido forzada.





viernes, 12 de diciembre de 2008

MIAOU DE LAS AZOTEAS

Fue de sopetón que la vi,moviéndose como un gorgorito entre el gentío navideño. Vestía con un abrigo de tres cuartos color magenta y su rostro infantil de hada se abría paso entre una bufanda alborotada en azulina y un gorro de lana con dibujitos de animales andinos verdes,azules y morados. Se alzaba sobre los tacones de unas botas de media caña como para sobrevivir al tumulto de la marea humana que le sobrepasaba en altura,número y volumen. Me interpuse en su camino y esperé a que nos topáramos;cuando me reconoció los ojos se le iluminaron,soltó una exclamación de alegría amortiguada por la bufanda y se me colgó del cuello como un adorno navideño. Nos fundimos en un abrazo cálido. Luego,cuando nos separamos me apercibí de que me había limpiado la cartera. Nazaret tenía estas cosas. Unos días mas tarde me presenté en su casa abriéndome paso entre los gatos y las macetas de flores. La encontré recostada en el sofá. Vestía únicamente un albornoz esponjoso de color rosado con unos ositos bordados en hilo de azafrán en la pechera y se entretenía en arrancar con unas pinzas unos pelos invisibles de sus bonitas piernas pálidas. Levantó la mirada y sonrió a medias como un niño pillado in fraganti con la manos dentro del frasco de las galletas. Antes de que yo abriera la boca se me adelantó y dijo a modo de saludo-" Ahí tienes la cartera;solo le falta el dinero." Y señaló hacia una mesita blanca con cajones sobre la que había no menos de una docena de carteras. "Un día te meterás en problemas y no podrás acudir a la policía,ni tampoco a mi." Le amonesté mientras me llevaba lo que era mio al bolsillo trasero del pantalón. Ella cambió de postura y se sentó acodando los brazos en los muslos y sosteniendose la cabezita de cabellos revoloteados entre las manos. Al principio no dijo nada;en su rostro pecoso asomaba,enganchada como una nube en un risco,una expresión de hastío. Al cabo rompió el breve silencio "Lo que me pasa es que no me puedo enamorar. Por eso robo carteras a los hombres. Esa es la mas intima relación que puedo llegar a establecer con ellos." De ese modo habló tratando de explicarse a sí misma. "De todas maneras tampoco veo nada de malo en ello; no al menos del modo en que yo lo hago." Parecía dejar zanjado el asunto con este último razonamiento entendible solamente desde su universo. Yo no le había pedido explicación alguna y no era en busca de una por lo que venía,ni tan siquiera era por la cartera por lo que me encontraba en su casa. Yo la adoraba y sentía un hondo dolor al oírla hablar así. "No me importaría que me robaras la cartera todos los días." Me ofrecí, dando por sentado que entendería lo que sentía hacia ella. Me miró entonces girando su cuello de cisne y sin decir nada dejó que unas lágrimas asomaran en sus ojos."Pero no es por eso,querido;no es por eso." Y súbitamente con un movimiento felino se encaramó de nuevo sobre el sofá y con las pinzas en la mano continuó en su tarea de pinzar los pelos, de los que adolecía,con atención gatuna.

jueves, 11 de diciembre de 2008

REVERENDO AVERNO

El reverendo Compton gustaba de cumplir con sus obligaciones dominicales y ver desde el púlpito como el número de fieles descendía de año en año. Las causas no obedecían al ocaso de la doctrina ni a la llegada de una nueva religión rival,como tampoco obedecía a circunstancias relacionadas con la mortandad en la región o al escaso número de nacimientos en el pueblo. Todo se debía a la obra del reverendo y a la falta de redaños por parte de los parroquianos para poner fin a la situación en que el rebaño apostólico se hallaba y denunciar ante las autoridades episcopales la tropelía que el tipo de alzacuellos ocasionaba. Había llegado un buen día sustituyendo al pacífico y ovejuno Padre Damian que había caído fulminado dentro de la tumba a la que daba los últimos sacramentos;dicen que porque los monaguillos habían puesto algo tóxico en el incensario. Llegó con muchas insuflas,cargado de rencór porque una mano aviesa había torcido su destino que no era otro que oficiar en Nueva York o en Boston y ahora se veía condenado a este miserable lugar de paletos y supersticiosos. Secretamente odiaba este lugar,se sentía degradado y tenia decidido hundirlo hasta el infierno y seria él mismo quien llevara el timón de la obra. Años llevaba esperando un cambio de destino pero el tiempo transcurría y cada bautizo al que asistía le recordaba el carácter vitalicio que su puesto parecía tenerle reservado;vivía como un condenado,en ascuas. Pero acabaría con todos ellos,vaya que si. Solo era cuestión de un poco mas de tiempo.Le había salido un grupito de irredentos comandado por un tal Jonas,tras cuyas enormes espaldas se agrupaban unos cobardicas que restaban y que allí se quedaban aferrándose a los bancos de madera como los náufragos se aferran a los maderos en un naufragio. No entendía que diablos hacían allí,esa recua de masoquistas molestos. El reverendo Compton tenía el alma retorcida y la expresión de su rostro evangélico maquillada de beatitud. Su arma favorita era el confesionario. Desde esa cabinita de madera de nogal dominaba el mundo y extraía el jugo miserable de la naturaleza humana con el que se regodeaba de un extraño gozo,semejante al de los cerdos en la porquería. Entonces,cuando le tocaba oficiar,surgía en el púlpito como un terror y abría la caja de Pandora con todos sus vientos maléficos y se liaba a lanzar veladas acusaciones aquí y allá,amenazas directas con nombres y apellidos y promesas de castigos divinos que no tardarían en cumplirse irremediablemente. Señalaba con un dedo acusador a la atemorizada concurrencia y les fulminaba con la mirada;para todo ello se cuidaba de poner por testigo a los santos de las escrituras y relataba trapaceramente versos y versículos que adaptaba a la situación. Muchos de los habituales habían desertado,desaparecido del pueblo e incluso alguno se había lanzado al río reseco desde lo alto del puente abriéndose la crisma como un melón. Pero este Jonas parecía de piedra granítica.Se había erigido en baluarte silencioso de la situación y lo que se sabía de él era que había sido marino en Escandinavia y que encerraba dentro de sí una gran culpa;y era en esa culpa en donde radicaba todo su poder,por ser grande y por no haberla compartido jamás con nadie y ,por supuesto, por no haberla dado en confesión. Ardía en deseos el Padre Compton por conocer los motivos de esa,su,desdicha ya que después el resto sería pan comido y el traslado a una diócesis de mayor entidad estaría a la vuelta de la esquina. Como fuera tenia que salir de este pueblo yermo,desierto de vida intelectual,sin rivales ortodoxos.
Así que ese Domingo de otoño,cuando desde la puerta de la sacristía escudriñó y tan solo contó a doce paisanos sin ver a Jonas entre ellos,un grito de triunfo le salió de su mezquino corazón que resonó en la nave de la iglesia como sí un cuervo se hubiera colado dentro. Un júbilo indescriptible,parecido al éxtasis le sobrevino. No perdió mas tiempo;con una soltura y una ligereza inusitada se encumbró en el púlpito y desde esa posición privilegiada lanzó un huracán por la boca y rayos por las manos extendidas asolando la parroquia en un santiamén.