martes, 8 de febrero de 2011

SALIENDO DE GOKARNA

Los pajarracos te despiertan al amanecer anunciando el nuevo día patrocinado por Karma-Cola. Es una pesadilla horrenda; son cientos y cientos de cuervos anti-marinos, espeluznantes y carentes de trino arcangelical. Se posan sobre las tejas de tu chabola playera y graznan. Entonces te revuelves en la cama atrapado por la mosquitera e intentas conciliar el sueño de nuevo, pero se cuelan adentro y se meten en tu cabeza, en tus pensamientos con sus duros picos rompedores de cocos.
Sales a la arena y escuchas el rumor de las olas; ves el día azul y limpio, y piensas en desayunar para luego refrescarte en el agua antes del mediodía porque entonces el sol aprieta fuerte y se está mejor en la sombra.
Hago la mochila y sigo abandonando cosas tras de mi: un chubasquero, una chaquetilla, unas sandalias heredadas del mismísimo Brian, gastadas y medio rotas; un spray solar, una cinta americana, un libro soso, un gorro de aventurero. No he quitado mucho peso pero se nota la diferencia y el espacio. Espero no arrepentirme.
Pago la habitación y espero en la playa hasta la tarde para irme a Hampi en un


bus nocturno que promete romperme algunos huesos. Como con Paquito y Ana que ayer estaban pachuchos y me despido de Elena, la portuguesa, que ha ganado enteros. Le dejo algo de propina a un camarero simpático y bromista. Abandono Gokarna con una sensación ambidiestra porque ya estaba harto de playa y porque sé que la echaré de menos mañana mismo, cuando en el interior de la India solo encuentre refresco bajo la ducha rota de algún 




hospedaje inmundo. En fin...que lo queremos todo y a la vez. A santiguarse para la travesía de esta noche.



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