lunes, 14 de junio de 2010

PLOVNIV- SOZOPOL

El viaje en tren lo comparto con un viejillo con aspecto de jesuita. Hablamos de cosas en común sin entendernos nada. Hablamos de nuestros hijos: el tiene un Wolksvagen Golf y yo una Renault Kangoo. El suyo es del anio 1990 y el mio del 2000...Jo! El suyo es TDI 90 cv; ¡y el mio tambien! ¡Recórcholis!
El tren es una tartana vieja y hace calor. Tardamos 5 horas en llegar a la costa del Mar Negro. De Burgas voy en bus a Sozopol y subo andando la pedregosa cuesta del casco antiguo en busca de habitáculo. Encuentro mi morada y me siento terriblemente afortunado; voy a llorar. En la punta de la península, en la casa de Shivo Hristov: una casa antigua típica de madera entera, próxima al mar. La habitación es ideal, bonita, coqueta, con balcón; y la cocina es de uso común, al igual que el limpio y completo baño. Decidido: aquí me quedo unos días.  Son solo 10 euros y cerca están las playas. En la zona hay cafés y restaurantes y tienditas.
Me doy los primeros baños en el Mar Negro y salgo limpio del agua en calma, que está de lo más agradable y transparente. A lo largo de la playa se suceden los chiringuitos y sitios de comida que invariablemente dedican sus energías a poner música hortera: porque este es un país hortera. Esta plagado de hombrones con aspecto de portero de discoteca cortados por un mismo patrón:  cadenas enormes alrededor de gruesos y cortos pescuezos, tatuajes, gafotas de sol y hembra pelandrusca al hombro vestida para mostrar sus opulencias, sobre tacones de aguja llevando bolsos de plástico acharolado. Son ogrorosos. Ahora ya sé de dónde eran aquellos horteras que divisé en Petra, con todas las pechugas al aire, las cadenonas y las plataformas ridículas para andar en el desierto. Así no hay quien gane Eurovisión, ¡vamos! No encuentro "charme" ni joven que me inspire un suspiro. La palabra que me sale es "magrear". Contagiado del ambiente salgo a pasear por la orilla y decido aplacar la ira que me invade estos días por falta de buena alimentación vegetariana dando pisotones y chafando los castillos de arena de los niños, sin dejarme uno solo atrás  ¡Arrgghhh! Los ogros son de aquí y los dráculas, del país de algo más arriba.

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