sábado, 5 de junio de 2010

ESTAMBUL 1







Enamorado con pasión de la "Ciudad Europea de la Cultura 2010". Ha sido un flechazo instantáneo. La vibración de esta ciudad es increíble e inagotable; arrebatado estoy. Cada vez que salgo me encuentro un día soleado y colorido, mil planes que hacer y una sensación en el estomago cosquillosa. La gente es encantadora y es extraño encontrarte rostros enojados o avinagrados.
Como toda ciudad mediterránea aquí se vive de puertas para afuera, las calles están concurridísimas a todas horas, las terrazas y los bares y cafés animados y...que me quedaría a vivir aquí si pudiera.
Estoy en la zona Asia en casa de mi amigo Kemal. Para cruzar el Bósforo embarco en el ferry que cruza a Eminonu en la zona Europa. Todos los días me cruzo dos continentes de este modo tan fácil, divertido, entretenido y económico (0.75 euros) para una travesía de 25 minutos. Las gaviotas nos siguen de cerca para pescar al vuelo trozos de pan que los pasajeros lanzan al aire. El ferry es popular y su estado de conservación, a pesar del uso, es perfecto. Cuando vas llegando a Eminonu lo primero que ves es la colina sobre la que se asienta el fabuloso palacio de los sultanes "Topkapi", las cúpulas y minaretes de Santa Sofia y la Mezquita Azul, como en un sueño. Y ya mas cerca la Mezquita Nueva y el puente de Galatasaray con sus restaurantes a lo largo de la parte baja y el espectáculo de las mil cañas de pescar por la de arriba. El puente comunica ambas orillas del "Cuerno de Oro".
Desembarcas y al momento estas rendido a la ciudad, no puedes quedarte indiferente, es imposible. La mirada va de un lado a otro: carritos de venta de mejillones con limón, de doradas mazorcas de maíz amarillo, de peces asados, de helados de colores que vuelan por el aire por la pericia del heladero con su percha de metal; los tranvías, los taxis y los barcos, y las vestimentas llamativas de los paisanos, los uniformes de colores de diseños como nunca vistos. Y los olores arrebatándote el sentido; a mar, a gasóleo, a pez asado, a comidas callejeras...Sonidos de campanillas que te avisan de que te arrolla un tranvía si no te apartas, los golpes de cencerro de un heladero que te recuerda donde esta su puesto. y por supuesto, las graves y profundas bocinas de los buques diciendo: ¡Bosforooo!, y las voces anunciadoras de productos en un idioma babélico entremezclándose sinuosamente en tus oídos. Cuando te detienes y observas los rostros y las expresiones de las personas que aquí viven y trabajan intuyes que hay un ánimo de contacto con el otro. Te paras y sonríes,  comentas algo y entonces, como una ostra, el otro se te descubre para brindarte...






lo que lleva dentro de si: la perla de la hospitalidad.




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