sábado, 24 de octubre de 2009

SONAM LHAMO


Tempranito me voy al café restaurante "Gakyi" atendido por la única tibetana con mala leche desde los tiempos del décimo primer Dalai Lama, o mas. He quedado con David, un treintañero de Barcelona profesor de espanol. Parece aun mas jovencito con sus gafitas redondas y su pañuelo alrededor del cuello que le dan ese aire de joven progre y comprometido con las causas y los efectos. Esta aquí porque tiene como alumna a una refugiada tibetana. En Barcelona es profesor de su marido en la Casa Tibetana. Sonam tiene un hijo aquí y anda esperando el momento de reunirse junto a su marido cuando les arreglen los papeles. Mañana, David se va 3 meses a la fundación del recientemente fallecido "Ser Humano" Vicente Ferrer.
Sonam se presenta con una amplia y franca sonrisa. Su nombre: Sonam Lhamo, significa "suerte de los dioses" y como me va contando en esta clase de español improvisada a tres bandas tiene 30 años. Mientras tomamos algo de la excelente cocina tibetana me cuenta su historia que incluso David parece desconocer:
En el año 2000, en pleno invierno tibetano, junto con un grupo de otras 60 personas, se adentraron en las montañosa cordillera de los Himalayas. Por delante una larga travesía de 30 días, la misma exactamente que emprendió el Dalai Lama hacia el exilio cuando contaba con 14 años, allá por 1959. Exactamente fueron 37 días y noches de profundo frió, ventiscas y patrullas chinas fronterizas dispuestas a dejarte frito en el sitio disparando a la caravana silenciosa desde la distancia con sus miras telescópicas, como a conejos que caían abatidos por sorpresa en la blanca nieve, como ya vi en un documental. A esto se le sumaba además el inconveniente de que el ejercito fronterizo nepales tiene la obligacion de detenerles y entregales a los chinos, aunque esto ultimo se podía arreglar si mediaba algo de dinero con que sobornarles.
Encontraron cadáveres por el camino, vestidos y con el aspecto de haber muerto en la paz de la congelación y el hambre. En su grupo viajaban desde niños de 5 años hasta adultos que pasaban de los 60. Los potentes proyectores de luz barrían la noche, cuando el grupo se desplazaba, y en muchas ocasiones creyeron haber sido descubiertos. Viajaban el pleno invierno, cuando las patrullas chinas aflojaban algo el control debido al tiempo inclemente; mal equipados, llevaban de abrigo la esperanza de la libertad. En primavera el peligro toma la forma de agujeros y simas encubiertos por la nieve blanda, que son trampas sorpresa y mortales. Allí aprovechan los chinos para arrojar los cuerpos, cuando se les ocurre hacerlo. Sin nada de comer anduvieron la ultima semana, a punto de fallecer, dándose calor. Los últimos puñados de tsampa ya se acabaron días atrás. Por fin, un día divisaron una casa de cuya chimenea salia humo. Y allí comieron su primera comida en libertad, en la India que les acogía. Dice que siempre recordara esa comida. Los ojos no se le bañan en lágrimas al rememorarlo porque se le secó el lagrimal debido al efecto del sol resplandeciente sobre las nieves al ir sin gafas adecuadas con que protegerlos.
Su madre tuvo 15 hijos en Tibet, algo que es normal allá. Ahora solo quedan 10, algunos aquí en Mc Leod Ganj. Conoció a su marido a los dos años de llegar. Zopa y ella tuvieron un hijo que se llama Tenzin Sherab.
Por cierto el alemán amenazado de muerte por el clan indio por mantener relaciones con una chica hindú, Simon, sigue vivo.

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