miércoles, 17 de marzo de 2010

FILAE

Hoy descanso en una buena cama y me despierto algo más ligero. Salgo a la calle y paro al primer taxi que aparece. El chófer se llama Ali y esta algo salido pero es majo. Solo piensa en ir a España a por mujeres, muchas mujeres. En el embarcadero subo a una barca que me sale cara porque no encuentro a nadie con quien compartirla. En diez minutos estamos en la isla de Isis. El patrón que maneja el timón es un niño de 11 años y quien  a la proa se hace responsable es su abuelo nubio. Tengo tres horas para verlo todo. También este templo ha sido salvado de ser tragado por las aguas afortunadamente. La cultura de esta civilización perdida y rescatada por los arqueólogos cada vez me fascina más. Voy a comprar algún buen libro que me ayude a entender tantos enigmas.
Cruzo a la isla Elefantina y allí me animo a tomar té en una casa nubia donde me proponen un viaje en faluka, la barca de vela tradicional. Pero no me puedo permitir el lujo de pagarla yo solo. Pienso que tendré que desistir de navegar por el Nilo en una travesía de varios días a vela y los cruceros son carisimos, ruidosos y no me seducen un carajo. Hay mas de 800 falukas en Asuan esperando que alguien se suba a ellas.
Pero cuando ya estoy a punto de desistir y agotado de pelear con todos los tipos que me asaltan, en un atracadero de la corniche, un patrón que fuma sobre la cubierta de su barca se pone en contacto con alguien. Cuando se dirige de nuevo a mi me pregunta si estaría disponible en media hora. Le digo que sí, y perdiendo el culo salgo por patas a por la mochila de mi hotel bajo un calor de 45 grados. Regreso con agua y fruta y me encuentro una pequeña pero bella faluka amarrada en el punto de encuentro. Vamos a ser 9 y navegaremos durante dos noches y tres días hasta Kom Ombo. Son 250 libras egipcias incluyendo las comidas.No me importaría hacer todo un mes de navegación si yo pudiera escoger la compañía y al capitán, pero con esto seguro que tengo suficiente y esquivo ir en el tren a Luxor al que a puntito me veía abocado en contra de mi gusto. Me acomodo en la borda y dejando que la brisa infle la vela veo pasar ante mis ojos la ciudad de Asuan que va quedándose atrás con todos los hombres ociosos en las riberas porque mujeres no hay.

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