jueves, 26 de febrero de 2009

PUNTA DEL DIABLO

Hay una calle sinuosa en La Viuda que asciende iluminada por las velas de los artesanos, que dispuestos en los margenes con sus mercaderías de abalorios, macramés, instrumentos musicales...esperan envueltos por la tenue luz a que alguien se interese. La mayoría parecen jovenes Shadus de largas barbas y rastas enramadas. Subir y bajar por esa cuesta de tierra apisonada tan bellamente iluminada por las velas protegidas dentro de las garrafas de plástico que antes contenían aceite o agua se parece a un ritual. Los comercios establecidos en cabañas de madera con sugerentes nombres como: Proyecto Panyleche, Mi abuela tiene un biombo, El Tartamudo, La Pocilguita Mia, tienen abiertas sus puertas practicamente todo el día y quien mas quien menos tiene clientela con la que prosperar durante la temporada de verano. Por las noches es cuando los tambores recorren las calles y a menudo suceden actuaciones de malabares y músicos en los nada ostentosos restaurantes hechos de tablones y techo de junquillo tramado. La gente resulta muy amigable y parecen tener un sincero interés cuando descubren por mi acento de donde provengo. Los "matistas" o tomadores de mate son legión. Llevan la matera a la playa con su termo de agua hirviente a pesar de las altas temperaturas del verano; también por la noche, conduciendo los vetustos autos de los años 50, en la cola de una sucursal bancaria, cualquier momento y situación es apropiada, siempre compartíendolo. Me he aficionado lo bastante como para considerar hacerme con uno y aplicarme a ese sustituto acuático de fumar en pipa sin los efectos dañinos del tabaco ni su adicción maléfica.
En Las Achiras, que son las 5 cabañas que posee Juan, he instalado mi tienda de campaña y estoy muy contento porque comparto el resto de la vida en la cabaña junto a Yolanda y Juan y porque tengo un inflador nuevo que compré en el Chuy. La vida aquí resulta tranquila; de tan tranquila que uno no tiene tiempo para hacer nada; el tiempo se va solo llevándose consigo las horas y los días. Juan amanece cada día y se va a pescar a la punta pedregosa que separa Playa Grande de El Ribero con su equipo de pesca al que mima con tanto esmero que ya son 20 los años transcurridos desde que lo estrenó. Tanto si viene con peces como si viene de vació pasa la mañana hasta que Yoli baja a la playa con el Mate y el termo.
El sol pega fuerte y he de cubrirme con protector solar del 30; se debe al agujero en la capa de ozono y hay que andarse con cuidado. Hay días que me paso horas con la ropa puesta para evitar quemarme mas de lo que ya estoy, la nariz y las orejas peladas y las piernas rojas y ardientes.
Todo el pueblo esta construido sobre un inmenso arenal que forma una colina desde la que se ve el mar y en Septiembre la Ballenas Australes; los delfines navegan a brincos todo el año y hay una isla que refugia a cientos de tortugas marinas gigantes. Ayer vi una muerta en la playa de La Viuda. También hay cientos de periquitos que te despiertan temprano con sus trinos; son muy bonitos. Al no haber apenas alumbrado público, las luces dispersas provenientes de las casas, con su variada gama de tonos y colores, son las encargadas de definir los contornos, y la inexistencia de vallas o muros delimitando las propiedades te dan una sensación entrañable y familiar, de comunidad. Por las ventanas contrastadas por la oscura noche estrellada se ve a las personas moverse, cenar en los comedores, arrullarse conversando en el jardín con el romper de las olas y el aroma del mate y la brisa marina. Se vuelve a las cabañas con una linterna o a oscuras corriendo así el riesgo de hacerse un esguince por los desiguales caminos bacheados.

lunes, 9 de febrero de 2009

ESTACIÓN TAN HAUSSEN

Alguien gritó; luego se oyeron los golpes y un coche que aceleraba perdiéndose en la noche. Nos acercamos con sigilo, en un numero de unos 300 y tan solo uno tuerto, hacia el lugar de donde provenían los gritos. Al llegar nos tropezamos con un tipo con todas las evidencias de haber sido golpeado. Tendría unas 16 décadas de edad y tenia las manos atadas a la espalda por su propio cordón umbilical. Pareció muy contento de vernos y la lengua se le desató para delatar a su agresor en cuanto se puso en pie. " Ha sido Tragaleguas; no le vi llegar a tiempo de accionar el mando protector. Me ha hecho polvo. Maldito nómada." Se le veía enojado y aliviado por nuestra presencia. Nosotros seguíamos en silencio. Le desatamos y le permitimos salir del circulo con el que le rodeábamos. Tomó el camino de la meseta en dirección a la Luna Ámbar; pero seguíamos alerta; todo podía ser una trampa. De pronto se oyó el rugir de un motor y unos focos surgieron sobre una loma desnuda cegándonos. El autopropulsor arrancó hacia nosotros y derrapó levantando cientos de piedras que nos golpeaban. Se detuvo y de la puerta salió de un salto el piloto, un tipo bajito con un casco rojo en la cabeza y una pelliza de cuello de borrego. Sin pensarlo un instante se arrojó sobre nosotros y comenzó a golpearnos y a dar patadas. Recibimos una buena tunda y llegado el amanecer nos vimos de nuevo solos. El tipo decano había desaparecido en mitad de la confusión. No sabíamos sí se trataba de un cómplice o tan solo de una víctima. Fuimos juntos al rio, a lavarnos y a beber agua. Había caballos allí y tuvimos que esperar a que se fueran. De día ya no sentíamos miedo; pero tampoco valor.

martes, 3 de febrero de 2009

LÁGRIMAS DE COCODRILO

Había una vez una ranita que vivía en la poza de un rió. Protegida del tórrido sol por las ramas bajas de los árboles disfrutaba saltando de las rocas al agua y descubría sus dotes de excelente nadadora sin rival manteniéndose bajo las claras aguas varios minutos sin respirar. Aquí se vivía mejor que en el ancho rió donde los cocodrilos abundaban y causaban gran temor. Hacía mucho que no se veía uno por la poza y por ello se hablaba de los saurios como se habla de los seres mitológicos y legendarios. Eran muchos los cuentos y las historias que sobre los cocodrilos se contaban los seres que habitaban en la poza; aun así, la mera idea de que uno de ellos apareciera les asustaba enormemente. La rana, que era muy joven escuchaba esas historias y el terror que le producía a la vez le maravillaba. En esa su primera primavera vio en un día soleado un extraño ser vestido de alegres colores revoloteando indecisamente que enseguida atrajo su atención. Tras largos titubeos se vino a posar sobre una flor lila cuyos pétalos apenas sintieron la caricia del aterrizaje. Entonces la rana asombrada y curiosa le preguntó." ¿Eres tu acaso un cocodrilo?" La mariposa sorprendida al ver que aquel pequeño ser producía semejante grave voz plegó y replegó sus lindas alas antes de decidirse a contestarle, ya que nadie les había presentado y no le parecían esos los modales adecuados para dirigirse a una dama de tanta hermosura; pero al fin le contestó." No, pequeño ser de grave voz. Te diré que yo soy un elefante." Y para ganarse además de la admiración su respeto añadió con énfasis " y puedo aplastar cualquier cosa bajo mi peso; puedo retorcer mi espiritrompa y levantar en el aire cualquier cosa que me proponga y mira que enormes orejas tengo." Le mostró entonces sus lindas alas de colores y aleteando algo mas rápido se desprendió de la flor volando sobre la rana que le seguía con sus enormes ojos saltones. " pero ya que lo quieres saber te diré que los cocodrilos tienen una piel verdosa, unos ojos que sobresalen del agua, que saben nadar como ningún otro ser del rió, pero que son torpes en la tierra y que cuando lloran vierten unos lágrimones que llaman lágrimas de cocodrilo. Pero no pueden volar como los elefantes." Añadió por último coqueteando indecisamente en el aire llena de presunción.- "Por lo que veo muy bien pudieras ser tu mismo un cocodrilo". La rana bajó un momento la mirada y viose reflejada en las aguas cristalinas. Estaba claro: ella era un cocodrilo y por fin lo sabía. Su breve vida de dicha en la poza habíase acabado en un santiamén. Soltó unos lagrimones que rodaron hasta la piedra donde reposaba y sintió la gran tristeza de haberse enamorado de un imposible ser que jamas le respondería. La naturaleza le castigaba y le convertía en un ser vil, frió y solitario. Se adaptó a la nueva circunstancia tan pronto como pudo y elevó la mirada de nuevo. Veía con los ojos borrosos a su amada volando esquivamente bellamente adornada. Al pasar sobre él a escasa distancia abrió la boca y como un latigazo soltó la pegajosa lengua en el aire. Fue todo muy breve para la mariposa. Después la ranita soltó un eruto y croó para a continuación zambullirse de un salto en las aguas y vivir esa vida de cocodrilo que le había sido anunciada.