jueves, 22 de enero de 2009

EL ELIXIR

Artimañas Dodger era un tipo de cuidado; le sacaba a uno los revólveres por menos del peso de una caspa, y varios tipos que salieran de sus tumbas lo podrían confirmar; si pudieran. Acostumbraba a gandulear con aire chulesco por la cantina y sus aledaños y a su lado, como un pez piloto, le acompañaba su sombra advenediza. Un día cualquiera, con un insolente sol como testigo, apareció un carromato trayendo consigo un gran escandalo de cacerolas y sartenes que colgaban de la sucia loneta. Dos tristes caballos tiraban de la misma cansinamente y sobre el pescante un rollizo individuo vestido con un pantalón blanco, camisa dorada, un florido chaleco y una pajarita negra se mantenía de pie con las riendas en la mano haciendo una entrada en el adormecido pueblo que era de todo menos triunfal. Dirigía miradas sonrientes a los primeros vecinos que asomaban atraídos por la escandalera y calculaba las posibilidades de éxito que tendría en el lugar. Picados por la curiosidad estos iban saliendo de sus casas y se acercaban hasta quedar arremolinados junto a la carreta detenida en plena calle principal. Una multitud de chiquillos había llegado primero y gritaban y se tiraban de los pelos jugando como salvajes levantando polvo y subiéndose a las ruedas. El hombre del carromato empezó a desatar la loneta y cuando lo hubo hecho la lanzó por encima de la armadura metálica para, como en un numero de magia, permitir a los expectantes vecinos que ya se iban congregando ver qué se tenía entre manos el forastero. Ante ellos aparecía una enorme cantidad de botellas de color negruzco y un cartel. El cartel ilustraba a un vigoroso caballero en traje de gimnasia y a una joven vestida muy elegantemente al estilo de las mujeres de Filadelfia con su diminuta sombrilla acompañandola; y todo ello se veía rodeado de encarnadas estrellas que resaltaban un texto redactado en letras grandes:" Ceremonias Jonshon. Recupere el vigor, la salud y el amor." Allí mismo, puesto de pie junto al cartel sonreía complacido el hombre de la carreta a su limitada audiencia indicando con su dedo índice el nombre escrito queriendo decir con ello que se trataba de él mismo. Con la mirada paseándose por la calle y mas allá esperaba la llegada de algún retrasado antes de comenzar; siempre había algún tullido que llegaba tarde. Pero solo veía a un tipo con sombrero y botas sentado sobre la barandilla de la cantina. Sus espuelas brillaban al sol y le cegaban intermitentemente arrojándole destellos mientras que la parte superior de su cuerpo permanecía oculta por la sombra. El hombre ambulante tosió un par de veces llevándose el puño y un gran pañuelo rojo a la boca para con ello atraer aun mas la atención de los espectadores y evitar que se distrajeran pues iba a dar comienzo a su exposición.
" Si, Ceremonias Jonshon soy yo"- Clamó con elevada voz dirigiendo la vista al cartel con su nombre escrito. " y he venido hasta aquí para obrar un milagro"- Dijo cogiendo una de las botellas- " que les librara de todos sus males, les devolverá la juventud, la salud, las ganas de vivir, la confianza perdida, la libertad y solo Dios sabe cuantas otras cosas igualmente formidables. Les aseguro que este producto es milagroso y en centenares de pueblu... pueblos y ciudades importantes ha obrado esos milagros. Se lo aseguro. A solo dos dolares la botella. ¿ que es eso comparado con lo que yo ofrezco?."- Se detuvo en la charla y retó con la mirada a los hombres y mujeres a que le contestaran.-" Yo se lo diré: Nada. Porque los milagros no tienen precio...pero claro" dijo amansando la voz " de algo ha de vivir el hombre" Y desde ese púlpito rodante se mantuvo con la botella en la mano y una dócil sonrisa de abierta confraternidad. Repentinamente adoptó una pose furibunda y clamó al cielo- " y si no es así que venga Satanás y me lleve." Nadie movía un dedo de entre los reunidos pues estos se hallaban fascinados; era mucho dinero. " ¡ Bien ! Haremos una cosa. Si este maravilloso elixir no obra el milagro en todos y cada uno de ustedes me comprometo a devolverles su dinero. Así sea." Y dicha la sentencia se cruzó de brazos y guardó silencio. Una brisa se levantó trayendo algo de polvo al grupo y al poco como si un resorte les desactivara la hipnosis todos se movilizaron lanzándose como posesos a por botellas con sus billetes y monedas en la mano y llendo a buscarlo a toda prisa quienes no lo tenían temerosos de quedarse sin una. El alboroto era enorme, los perros ladraban y los brazos estirados se llevaban las parduscas botellas flotando por el aire y mientras, Ceremonias pedía calma sin dejar de venderlas y recoger el dinero a cambio. De pronto la enloquecida multitud fue apaciguandose y el silencio apoderándose de ellos a medida que Artimañas Dogson se abría paso ávido de hacerse con la recaudación trayendo consigo sus habituales aires de pendencia y los revólveres. Tan solo quedaba el ladrido de un perro distraido. Tarde para él cuando le llego el balazo. La gente fue apartándose prudentemente hasta dejarle frente al vendedor; entonces le miró bajo el ala del sombrero y le espetó con sorna- "A ver, cantamañanas; dame una de esas." y le tiró unas monedas que sabía iban a ser solo un préstamo a devolver a muy corto plazo. Temblando y con el sudor corriéndole por la frente Ceremonias le acercó una de las botellas que pronto fue descorchada con los dientes. El silencio era ahora sepulcral. Artimañas escupió el corcho y le advirtió- " que sepas que si esta mierda no cumple con las patrañas que le has soltado a esta manada de borregos, charlatán, me quedo con todo." Se giró para ver si había alguien de los allí reunidos que tuviera algo que opinar y se sonrió. Acto seguido acercó la botella a los morros y de una sentada la fue colando por el gaznate sin afeitar que subía y bajaba ante el silencio general. Cuando terminó con ella volvió a girarse, abrió los brazos para mostrar pecho y exclamó en una especie de grito triunfante-" ¡Y que !". no tardó un segundo mas en caer fulminado a tierra. Por la boca abierta se le escapaba una humareda blanca y un agrio y ácido tufo flotaba en el ambiente. Aun a pesar de verle de esa guisa los vecinos no osaban acercarse a la bestia muerta no fuera que este resucitara de golpe y se liara con ellos a balazos ya que el mal también tenia poder para obrar milagros en sentido contrario. Fue entonces la voz de Ceremonias Jonshon la que habló con autoridad-" Así es, señoras y señores. Lo dicho. Soy un hombre de palabra y no acostumbro a mentir. Recuerden lo que les dije; los efectos son inmediatos y milagrosos. He ahí la prueba." Dijo señalando el cuerpo del matón. Y aquello tenia todo de cierto, porque con aquella fúnebre carga, con aquella bestia muerta, la gente comenzó a evidenciar un cambio radical y un alivio inmediato. Se veían libres y llenos de dicha, mas joviales y confiados, como dotados de nuevo de una energía que les volvía felices y alegres. Alguien sacó una armónica y se puso a tocar. Se formó un baile alrededor de Artimañas y se celebró un día de fiesta como muchos no recordaban. -"Y ahora por favor devuelvanme las botellas."-Dijo.
Cuando partía con la carreta escandalosa de cacharros y botellas tintineantes dejando el pueblo y una nube de polvo amarillento tras de sí reflexionaba y se decía para sus adentros -"Si ; siempre hay un retrasado que llega tarde; pero llega."

martes, 20 de enero de 2009

MECAGUEN

Ronny Mulligan le dio una opción: o vendía su viejo granero, o se lo pegaban fuego cualquier noche. La viejita Jenkins alargó primero su cuello en pos de él y le escrutó a través de los redondos cristales de sus gafitas de montura dorada y a continuación estiró el brazo hasta llegar a alcanzarle de la oreja, al ganster. A sus 93 años derrochaba gran vitalidad y una viva animosidad. Vestía con un enlutado vestido del cual asomaban puños y pecheras bordados de algodón de un impoluto blanco y ahora que tenía entre sus manos cogida la oreja del ganster se entretenía en sermonearle mientras le tironeaba arriba y abajo como a un chicuelo travieso.
" Mira hijito, yo ya soy muy anciana para estas cosas y estos sustos. He pasado una gran guerra, la viruela, dos maridos y unos bastardillos desagradecidos cuyos nombres me caben en esta mano que me gustaría tanto cerrar en un puño si no tuviera cogida tu oreja. Tengo recién hecha una tarta de calabaza y zanahoria, a la que siempre engaño con un chorrito de licor, y aun estará caliente para..." Tiró la viejecita un poco mas fuerte y continuó hablando ahora con los ojos y los labios apretados." metértela por el culo para que cuando salgas de mi propiedad corriendo con los calzones bajados yo vertela colgar y Ursula y Crunch se te cepillen como a un cerdo confitado." y de un súbito movimiento de su otro brazo apareció un filo metálico que surcó el aire con pasmosa rapidez hasta llegar a su destino. De un certero tajo el bisturí cercenó la oreja del matón Mulligan limpiamente y, como si se tratara de un trofeo taurino, la anciana lo sostuvo en el aire. Aun no se había repuesto del ataque cuando, atravesando su paralizada congestión y su mueca de horror y aun antes de que la respuesta cerebral de dolor hubiera realizado su camino de vuelta para permitirle chillar o saltar a un lado, otro rápido movimiento de la anciana le cruzó la cara. Con los ojos desmesuradamente abiertos y el rostro desencajado en un rictus provocado por un terror por él desconocido a pesar de ser un tipo duro, supo que el nuevo corte había sido profundo y tan limpio que la sangre no acertaba a encontrar la rendija por la que derramarse, tan solo sentía el calor y la descomposición de algo . Comenzó a aullar como un poseso y tuvo la suficiente presteza como para evitar otra acometida que se le venía encima y emprender la huida sin su oreja. Por detrás oía a la vieja y unos potentes ladridos. Corría por el campo y la voz de la vieja no se apagaba si no que la escuchaba casi a su lado azuzando a Ursula y a Crunch " ¡A por los confederados, a por los confederados!

miércoles, 7 de enero de 2009

OMINUS

Lo mas interesante que le había pasado en los últimos 15 años le había sucedido en esa mañana cuando se disponía a coger el autobús y este había pasado de largo dejándole en la estacada. Y maldita su suerte porque precisamente a primera hora tenía que presentarse ante el director de la oficina de estadística para tratar lo de su ansiado ascenso. Se encontraba atónito en la calle desierta bajo la luz de una farola viendo la parte trasera del autobús sacar humo blanco por el tubo de escape. Curiosamente era la primera vez que veía ese plano en 11 años ya que podía jactarse de no haber faltado jamas al trabajo ni llegado tarde a la parada. Le parecía por momentos estar viviendo un sueño; pero si hasta conocía el nombre de los conductores y se interesaba por sus familias y los aniversarios de sus hijos. Nunca se había visto tan desamparado; aquel autobús era una prolongación mas de su casa y su seguridad y los habituales que a él se subían lo eran de su familia; podría decirse. No sabía que hacer hasta que sus pies se pusieron en marcha ellos solos por el embaldosado mojado produciendo una sorda canción o un dialogo a base de sonoros chapoteos. Creía estar viviendo algo mas que un sueño, un delirio producto de una ingesta excesiva de fármacos. Pero él, al contrario que su vecina de puerta no se intoxicaba con extrañas mezclas. Se sentía como mareado aun así y los edificios a los lados parecíanle estar dormitando, apunto de despertar y moverse ondulantemente entre bostezos. Todo aquello le resultaba nuevo y fantasmagórico visto desde afuera del autobús. Le dolían los ojos del frió y se recogía en el abrigo lamentandose de no tener unos guantes que ponerse, ya que una mano descubierta cargaba con el maletín de los informes donde además llevaba el almuerzo y unos suplementos dominicales que no había terminado de leer el día anterior. También sintió la necesidad de un gorro y pasó un momento imaginandose cual le sentaría mejor para su rostro. Por un momento creyó haber sonreído, pero no; el frió y la extraña incertidumbre cernida sobre su ánimo se lo impedían. Volvió de sus pensamientos a prestar atención a las calles ya que ahora le tocaba girar y no ver lo que se le venía de frente le inquietaba y le ponía en estado de alerta. Quizás fuera una plazoleta con una fuente surtiendo agua o una amplia avenida; fuera lo que fuera él no lo recordaba. Escuchó un ruido serpenteando a un lado cuando se giró: era un barrendero limpiando las calles desiertas. Con el chorro de agua de la manguera empujaba por las orillas de los edificios basura acumulada con la que formaba diestramente unas montañitas empapadas. Se detuvo el hombre y observó tomando asiento en un banco. Una gran calma le invadía y descansando confiadamente en ella permitió que la ciudad fuera despertándose poco a poco. Escuchó el ruido de la persiana metálica de un comercio abrirse y la bocina de un vehículo perdiéndose por una calle lateral. Algo tenia sentido allí; un gran acontecimiento estaba teniendo lugar; una especie de parto. Y esperó a que el día sucediera.

martes, 6 de enero de 2009

EL AGENTE NARANJA

El agente dio un golpe al tambor de su revolver y este se volvió a posicionar en su lugar con un sonido mecánico y preciso. Se sonrió fatuamente cargado de vanidosa munición. Como el jefe se había ausentado, ahora el que mandaba en la comisaría era él, al menos durante la hora de la cena. A su cargo había quedado un pobre vagabundo detenido por un vigilante del ferrocarril. Se trataba de un inofensivo viejo andrajoso y sin afeitar de los que acostumbran a viajar en los vagones de carga sin un rumbo definido; de los que huyen de la estación de frío y de las estaciones demasiado vigiladas. Esa noche la pasaría en la celda, como era habitual, y al día siguiente caminaría por la carretera a las afueras de el pueblo bajo la atenta mirada del jefe de policía porque así era el procedimiento. Por el momento el vagabundo se encontraba en la oficina cómodamente sentado saboreando una sopa caliente. Sorbía a riesgo de quemarse y de cuando en cuando levantaba la mirada para observar al agente ante él. Aquí se encontraba mas seguro que en los andenes y al menos dormiría caliente; con suerte podría lavarse con algo de comodidad y usar una toalla limpia. Le parecía la comisaría tranquila; de las que apenas encierran a alguien una vez al año por algún escandalo derivado del consumo de alcohol y poco mas: alguna licencia de caza caducada y la consiguiente confiscación de la escopeta. El agente, sentado sobre la mesa,se entretenía en mirarle; apoyaba una pierna en una silla mientras que la otra la balanceaba en el aire apuntando al preso con las botas. Torcía el labio por el lado izquierdo y se imaginaba estar ante un peligrosisimo delincuente. Le retaba con la mirada mientras jugueteaba con el revolver. Se levantó de la mesa y caminó un par de pasos por la estancia hasta colocarse de espaldas al viejo. Ahora que le tenía perdido de vista le oía sorber la sopa. Cuando dejara de escuchar la cuchara golpear el cuenco se giraría y entonces le apuntaría entre las cejas, antes de que semejante asesino se le echara encima a traición. De pronto se hizo el silencio. El agente se figuró unos sigilosos movimientos tras de sí y creyó en una presencia dispuesta a clavarle una acerada cuchara sopera en el pescuezo. Volviose de un salto torpe y patán y encañonó al preso entre las cejas; seguidamente disparó ficticiamente y expreso con onomatopeyas los sonidos: Bang,bang. Dos eran suficientes para fulminar al viejo perro. Al vagabundo, con los ojos como platos y la boca desdentada abierta, le colgaba la sopa por las barbas. Estaba asombrado con el numerito, pero no era miedo lo que tenía. Acto seguido y finalizando su ensoñación acercó el arma a los labios y sopló por la boca del revolver como auyentando el humo de los disparos cuando de repente sonó un gran estruendo a la par que el agente era derribado al suelo por una invisible fuerza. El agente se retorcía y chillaba y se llevaba las manos a la nariz; o a lo que quedaba de ella.

viernes, 2 de enero de 2009

YA CAERAS, YA

Algunos nadaban en la abundancia, con el agua al cuello de deudas calientes, pero bebían en cálices de oro y en copones y cuernos de la abundancia hechos de marfil tallado y de jade balines. Entre la Avenida Eurodolar y la Calle Estafadores venían a reunirse en un grandioso edificio que se elevaba hacia el cielo hasta perderse en el firmamento cuando era visto desde las primeras escaleras desplegadas en la calle financiera. Se entra en el edificio atravesando varios controles de seguridad. En el primer control existe una avanzadisima maquina que mediante sofisticados métodos consigue leer en las pupilas la corruptela y la avaricia de los hombres y mujeres de Ciudad Codicia. En la segunda, una bandeja de plata con una forma adecuada permite dejar depositada la barbilla y abrir la boca hasta mostrar las lenguas que se desenrollan en forma de fajo de billetes de curso legal. El ultimo dispositivo sirve para extraer una gota de sangre negruzca y certificar su composición del tipo Brent. A partir de ahí uno tiene derecho a un asiento en uno de los tronos y a alimentarse de globos terrestres mientras que un fondo musical de cajas registradoras le llena los oídos. El edificio esta protegido contra terremotos y tumultos, es resistente al fuego y a las criticas y ha sido diseñado para flotar sobre ríos de sangre. Pero ante las puertas se ha situado un profeta agarrado a una guitarra ecléctica con un potente amplificador. Los cristales tiemblan y los primeros granos de arena del desierto se posan en las escaleras y el viento sopla.CABRONES.
Al pie del cañón esta la familia Zacarías; al pie del cañón que deben. Sufren de hipoteca. El hijo menor surge de las cenizas con uno de sus riñones entre las manos y se lo ofrece al mejor postor. Evelinda, la bienamada hija de rizosos cabellos rubios salta a la comba en la hierba de un lujoso jardín, completamente desnuda. Son dos potentados financieros y facinerosos con la bragueta abierta quienes bailan la comba. También está Rodolfín con ambos brazos aserrados a la altura de las orejas en una arriesgada maniobra especulativa en el mercado bursátil. Los padres: Mama Notengonada y Papa Quehaydecomerayer han procurado educarles en valores, en una escala que va de aquí para allá: los valores bursátiles, los valores inmobiliarios, los valores tangibles. Atesoran tanta moral que esta ya es doble. Pero queda la hija Esperanza. Muerta de miedo se esconde ya que se ha puesto precio a su cabeza y hay alguien que cocina en una inmensa olla una salsa en la que cocer su verdoso corazón. Perros de la guerra y puercos adiestrados la buscan entre las montañas de cuerpos suicidados. Husmean por aquí y por allá en las nuevas catacumbas y prueban a morder a tontas y a locas; tariscos y destelladas en el aire que causan temor y unos chasquidos. El tatarabuelo Zacarías conoce al enemigo y tiene cargado de razones su arcabuz. Desde la ventana apunta a la multitud contaminada y dispara pero sus sueños son de pólvora mojada. Una lagrimonas ruedan por sus mejillas y como el ámbar se quedan fosilizadas atrapando en su interior a los culpables del asunto. Hay un albur de luz en el horizonte; se trata de un nuevo Sol patrocinado por una afamada marca comercial. La población entera se arrodilla y lo reverencia. Es el nuevo Dios, El Dorado que traerá en sus rayos la luz, a un precio competitivo y surtido de variadas tarifas opcionales.