lunes, 9 de febrero de 2009

ESTACIÓN TAN HAUSSEN

Alguien gritó; luego se oyeron los golpes y un coche que aceleraba perdiéndose en la noche. Nos acercamos con sigilo, en un numero de unos 300 y tan solo uno tuerto, hacia el lugar de donde provenían los gritos. Al llegar nos tropezamos con un tipo con todas las evidencias de haber sido golpeado. Tendría unas 16 décadas de edad y tenia las manos atadas a la espalda por su propio cordón umbilical. Pareció muy contento de vernos y la lengua se le desató para delatar a su agresor en cuanto se puso en pie. " Ha sido Tragaleguas; no le vi llegar a tiempo de accionar el mando protector. Me ha hecho polvo. Maldito nómada." Se le veía enojado y aliviado por nuestra presencia. Nosotros seguíamos en silencio. Le desatamos y le permitimos salir del circulo con el que le rodeábamos. Tomó el camino de la meseta en dirección a la Luna Ámbar; pero seguíamos alerta; todo podía ser una trampa. De pronto se oyó el rugir de un motor y unos focos surgieron sobre una loma desnuda cegándonos. El autopropulsor arrancó hacia nosotros y derrapó levantando cientos de piedras que nos golpeaban. Se detuvo y de la puerta salió de un salto el piloto, un tipo bajito con un casco rojo en la cabeza y una pelliza de cuello de borrego. Sin pensarlo un instante se arrojó sobre nosotros y comenzó a golpearnos y a dar patadas. Recibimos una buena tunda y llegado el amanecer nos vimos de nuevo solos. El tipo decano había desaparecido en mitad de la confusión. No sabíamos sí se trataba de un cómplice o tan solo de una víctima. Fuimos juntos al rio, a lavarnos y a beber agua. Había caballos allí y tuvimos que esperar a que se fueran. De día ya no sentíamos miedo; pero tampoco valor.

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