jueves, 18 de marzo de 2010

EL NILO EN FALUKA 2

Hemos dormido apretadillos como momias en lata de sardinas y los mosquitos han incordiado lo suyo. Me despierto en la hora del Bramhamurta como es habitual en mí, y al poco oigo a los primeros pájaros anunciar el nuevo día. De seguido vociferan las plegarias de las mezquitas, de todas ellas. Estoy en Egipto, me digo de nuevo como para despertar. Ayman sí que tarda en despertar y en hacernos el desayuno. Anoche estuvo de risas fumando canutos, y el chino del grupo le ha estado tocando las pelotas a las cuatro de la mañana porque, para quitárselo de encima, le hizo la gracia de decirle que a esa hora iba a llegar un autobús a buscarle y el tipo se lo creyó tanto que anduvo toda la santa noche con la mochila de aquí para allá dando la peste por el barco sin dejarle dormir la mona.
Después del desayuno continuamos Marta, Juanma y yo. Los demás han terminado su trayecto y ahora tenemos la faluka para nosotros: una maravilla.
Bajo un calor soberano pasamos el día dándonos chapuzones en el agua fría y sagrada del Nilo, sin cocodrilos y bebiendo las cervezas que nos han dejado los guiris. Lentamente, por la falta de viento, descendemos el río y conversamos dejando que pase el tiempo mansamente como el agua verdosa envueltos una modorra apacible.
De tanto en tanto pasan barcazas y tristes cruceros sin turistas echando humo produciendo ruido y oleaje.
El día transcurre y atardece sin mayor novedad. Marta es alegre y se troncha con los dos árabes que se ríen hasta de su sombra, y Juanma, algo más tranquilo de los follones que padeció en El Cairo se relaja.
Trum trepa por el mástil como un mono y recoge las velas para pasar la noche. Comienzan a preparar la cena; de pronto suena el teléfono. Se produce una conversación en forma de disputa, como siempre en Egipto. Entonces recogen las cosas, despliegan las velas y aprovechando que ha salido un viento formidable para la navegación salimos en plena noche, está vez río arriba. Esto es navegar...El barco surca alegre las aguas, con toda la vela desplegada y henchida de aire caluroso, lienzo hermoso y blanco en la negra noche. Siento el viento en el rostro, oigo el río sonar al abrirnos paso, avanzamos raudos hacia no sé donde bajo las estrellas.
Cuando cenamos Ayman coge el tambor y se pone a cantar hasta que se emociona canciones árabes. Son canciones 
ancestrales que producen sensaciones universales. Llora. Saco la flauta para participar en ese estado de trance y lloran todos y casi me tiran por la borda jajaja. Soñiamos despiertos con los ojos abiertos al firmamento. 

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