viernes, 19 de septiembre de 2008

COSAS QUE PASAN

Tremebundo tenía tanta dpicha que todas las muchachas querían follar con él hasta la extremaunción. Su gemelo, Iracundo, bufaba rojos torbellinos de rabia por las fosas nasales hasta que los ojos se le hacían grietas por las acometidas de la sangre. Un día que salieron a pastar por los alrededores dirimieron una apuesta para determinar quien de los dos era más amado por Orín, el Dios que todo lo corroe. La apuesta consistía en encontrar el punto de colisión entre dos continentes, entre dos ciudades, entre dos amantes y entre dos trenes que salen de dos estaciones distantes en direcciones opuestas a diferentes horas.
Tremebundo subido en un cartabón de madera, e Iracundo en una escuadra en toda regla sacaron chispas y centellas a sus respectivas conjeturas y tras la estela de Longinos debatieron sus ambiguos razonamientos. El primero propuso poner en prueba sus argumentos y se montó en el tren que salía de Paddington a las 10-20 y en el que salia de Waterloo a la misma hora un día antes. El segundo puso una pierna sobre cada continente y comenzó a cerrarlas con toda su rabia. Como sí dos piezas de un puzzle fueran, los territorios encajaron perfectamente y las dos ciudades se hicieron una sola compartiendo el río, los puentes, los barrios, la música, las religiones y los tendidos eléctricos; los cafés y las redes de saneamiento.
En el tren que corría hacia el norte y en el tren que corría hacia el sur iba Treme con billete de primera tragando millas de raíles a través de paisajes cada vez mas opuestos. Una joven pasajera con billete solo de ida se le acercó atraída en sendos trenes e hicieron el amor con pasión y desenfreno, sin freno el maquinista, al tran tran de la danza cósmica de los vagones y de la máquina. Una inmensa sensación de vértigo les engullía, allá donde ya no queda territorio. En los nuevos finisterres donde otrora hubiera continentes y ahora un enorme y vertiginoso sumidero.

1 comentario:

martavk dijo...

Joder Peter Mc Dermot,
Cada vez andamos más surrealistas, ¿por qué me acuerdo de Joyce y Martín Santos pasados por la turmix del Brusco 112?
Besitos y cuidadín al bajarse al/del moro. Recuerdos a Connie Selleca.
M