jueves, 25 de diciembre de 2008

Por la cuesta de Cañadío

Una débil voz salida de un rincón a mi derecha reclama mi ayuda - ¿Me puede ayudar?- Veo que es un viejo sentado en un reborde junto a la puerta del Hogar del Jubilado que me tiende una mano y que no es para pedir limosna. Me doblo un poco para ver en que le puedo ayudar y entonces el viejo se me apoya en el antebrazo y temblorosamente se aupa. - Solo es subir esa cuesta; es que yo solo no me valgo; hagame el favor.- Se coloca frente al empinado reto y se apoya con la otra mano en una cachava. Comienzo a andar y veo que el anciano no camina sino que arrastra los pies por el suelo a una marcha de tres pasos por baldosa y se me queda ya que con uno solo de los mios ya le he dejado atrás y tengo que desandar ese escaso trecho a buscarle. Va a ser una cuesta eterna.
- Yo me llamo Félix; y ¿usted?. Soy vallisoletano pero vivo aquí desde hace 8 años.- Me dice con voz trémula pero serena. Seguimos el ascenso intercambiando conversación y me detengo a observarle. Veo al viejecito menguado y fino, vestido correctamente con un abrigo y una bufanda cruzada y que sobre la cabeza lleva puesta una gorra de visera. Todo ello tiene un aspecto gastado y raído y en la gorra hay una cagada desvaída de paloma. Le falta algo de aseo y un cierto hedor asoma de vez en cuando resultando molesto. Tiene casi 80 años y me cuenta que es el menor de 4 hermanos y que ya solo queda él; los demás se han muerto hace poquito uno detrás de otro, como si una plaga les hubiera llevado. Me confiesa que le asusta la soledad.- Me hace pensar mal. Vivo aquí cerca, en un piso alquilado. Ya estamos cerca. Vamos, vamos, un poco mas rápido, que no le quiero molestar a usted.- Me encomia y se arranca en un diminuto sprint con el que consigue avanzar una baldosa en solo dos pasos en lugar de tres. - Hace dos meses me rompí la pierna y estuve ingresado en el hospital 15 días. Me trataron bien y la comida era variada; aunque algunos se quejaban a mi me parecía muy buena; es que mi cuñada me ha tenido muerto de hambre dándome de comer siempre lo mismo y muy poca cosa. Quería que le diera el dinero de la pensión. Ahora no le hablo y eso que es ella la que quiere; pero yo no -. Afirma con determinación. -Ahora estoy solo; mi mujer murió hace 8 años. Ella era de La Vega de Pás. La soledad: eso es lo que peor llevo. Estar solo me hace pensar mal -. Le pregunto donde cenara mañana y al principio se extraña y me dice que se guisa él y que otras veces se va a un bar a comer. Le digo que mañana es Navidad y se queda pensativo.- Ah, si, Navidad. ¿Habrá un bar abierto?- Le pregunto si puede subir escaleras ya que yo vivo en un tercero sin ascensor. - No hijo,no. En el departamento donde yo vivo hay dos ascensores. me cuesta caro; pago 300 euros de alquiler. Vamos,vamos; un poco mas aprisa que no le quiero molestar a usted. - Tiene una barba y un bigote blancos que se le unen a las cejas canosas por unas patillas alborotadas. De el conjunto asoma una nariz delicada y unos ojos pequeños que son de un azul desgastado. Tiene buen oído y la cabeza le funciona bien. Es muy amable. Me cuenta que cuando tenía 8 años su padre le llevo a Aranjuez en busca de trabajo y que allí fue portero de un hotel. La mayor parte de su vida la vivió en Madrid; hasta que conoció a su esposa y se vino a Santander.- Murió hace 8 años-. Me confiesa. - Y yo tengo miedo al día de mañana. Hoy puedo valerme pero ya no tengo fuerzas y la soledad es lo que peor llevo, me hace pensar mal. Ande,ande; que usted tendrá cosas que hacer y yo no le quiero molestar a usted.- Y da un breve arreón sobre la baldosa como un muñeco que funcionara a pilas avanzando unos centímetros de mas. Pasamos por la tienda donde compra el pan todas las mañanas y luego una vecina se detiene a interesarse por su estado: el medico le ha recomendado que camine todos los días. Me pregunta que donde pasaré yo las Navidades.- Yo bajaré a un bar a cenar.- Me dice. - Porque habrá un bar abierto ¿no cree usted?-. Llegamos al final de la cuesta y continuamos un rato mas.- Déjeme aquí. Ahora ya puedo yo solo que no hay cuesta. Tengo todo el día por delante -. y esto lo dice con una gran pesadumbre.- Feliz Navidad para usted y su familia-. Yo también le deseo Feliz Navidad y lo dejo en la calle llana, pero lo veo de pronto girar y tomar una calle cuesta abajo. Va caminando a su marcha, como el último rescoldo de una fogata que se apaga, a pasitos cortos para buscar, sin duda, a alguien que le ayude de nuevo a subir la cuesta y le quite de pensar mal.

No hay comentarios: