lunes, 29 de diciembre de 2008

ASUNTO 3

A Troche y Moche no les gustaban Tom Robinson ni los chicos de su bufete. Les trataban como a mocosos y se ocupaban del asunto con presunción de inocencia. Ellos no se habían enganchado al gatillo; fue el vagabundo que parecía poco escarmentado. Eso lo recordaban ellos bien puesto que le habían confundido con una lata. Todo lo demás sucedió por simpatía; una cosa les había llevado a la otra: consentimiento mutuo. Pero hay ciertas dudas: antes del primer disparo y después del ultimo el vagabundo parecía un gigante y luego un grupo de apaches; dijeron. No hubo ningún sobreviviente cuando le vaciaron el cargador a las afuera de la ciudad Ricki. A partir de ese momento llegaron otros. A las fieras les iba a caer cadena perpetua.
Troche vivía en el hueco de un árbol y aficionaba a quedarse despierto la mayor parte del tiempo, y Moche era un ferviente amigo de las confabulaciones con hebilla y cinturón. Investigados sobre su pasado se descubrió su otra identidad. En los tiempos de la ira se llamaban Toma y Daca y solían dejarse el cerebro en casa. Merodeaban por las azoteas y soltaban mala baba. En la escuela linchaban al niño que jugaba a ser el sheriff y desmontaban las acusaciones por falta de sostenibilidad. En su caso, la prueba circunstancial era la sincera pobreza y cruel ignorancia sobre el hecho de infringir el caduco código del honor y la grave falta de la razón. En rigor, eran seres animados por la incitación de lo imperdonable. La rabia les empujaba a cualquier abismo. Eran unos alegatos.

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