sábado, 4 de octubre de 2008

LE CORDONNIER

En la 4 Rue El Hajjali de la medina de Essouira hay una pequeña zapatería. Una mañana me paso por allí con una de las botas que compré en Londres y que, según la consulta que hice a un zapatero en Huesca y a otro en Granada tenían mal arreglo.El primero aducía "nosequehistorias" sobre la termo presión y el encolado y el segundo ,mas escéptico aún,me vendió un tubo de pegamento aconsejándome que no las sacara en los días de lluvia  Entro y le doy la bota al zapatero que teniéndola unos segundos en el aire la mira como un veterinario a un animalillo herido y entonces algo le hace gracia y se rie con la boca abierta;yo me río igualmente.De entre las herramientas,las tijeras,las hormas de hierro y los recortes de cuero rebusca hasta dar con una vieja botella de plástico transparente que permite ver en su interior un líquido color miel.La destapa y entonces, como si hubiera frotado la lámpara de Aladino la pequeña tienda se llena de un aroma que embriaga."La colle speciale".Me dice en un tono misterioso.Vuelve a rebuscar hasta que encuentra un lienzo de papel de lija;recorta un pedazo y con él entre los dedos comienza a rascar el antiguo pegamento en la bota.Me siento en un rincón entre cajas de cartón y telas opacas y veo al anciano sumergirse de inmediato en una profunda concentración.Trabaja de un modo minucioso,casi científico  asegurándose a cada paso antes de dar el siguiente.Hay un silencio de fondo que solo el sutil rascado de la lija perturba, como las notas que se cuelan en el pentagrama para hacer la música. Entonces desaparece y lo que conocemos como tiempo y el mundo exterior con sus circunstancias también. Las ideas se desvanecen y quedan solas, absueltas de propietario en el eterno.El anciano zapatero derrama la cola especial a lo largo del embellecedor y la extiende con el dedo índice teniendo sumo cuidado.Se muerde la lengua por dentro y solo cuando esta convencido de que la cola fragua une la larga tira de cuero a la bota. Con un martillo repasa golpe a golpe la unión sometiendo la pieza a su sitio con precisión y firmeza. Un hombre entra fugazmente en la tienda y saluda al viejo en árabe;le pone la mano sobre el hombro y después se la lleva al corazón. La misma calle que le vio entrar le arrebata en un suspiro y se lo lleva corriente arriba.Le cordonnier me mira entonces y se ríe con una risa muda,la boca abierta.Le pregunto entonces como se llama y me dice un nombre que no consigo entender. Se agacha y rebusca por debajo de la contraventana de madera que le hace de mesa y trae una bolsa de plástico en la mano.Con los dedos pegajosos consigue sacar de dentro una postal que me tiende."París" me informa y leo "Hajeub; le meilleur cordonnier du monde". Después me saca otra de Alemania y otra de Australia con idéntica presentación. Las repaso como si fueran incunables y fueran a contarme algún prodigio de la vida del marroquí  Con la lengua mordida por dentro de la boca repasa con la lija la cola sobrante y me entrega la bota terminada a modo de trofeo.En español me dice"Buen trabajo".
Al día siguiente le llevo la otra.Cuando "le cordonnier"me ve con ella a través de los gruesos cristales de sus gafas se ríe con la boca muda y abierta y los dos reímos  De nuevo y en el mismo orden como si se tratara de un ritual ancestral va repitiendo el proceso del día anterior con leves matices que no me pasan desapercibidos. Desde el rincón soy transportado a otra dimensión atemporal donde los sentidos trascienden las definiciones y arrullado por los breves sonidos veo a Hajeub derramar la cola especial que cae lánguida uniendo la botella a la bota. Escucho con asombrosa nitidez el rascado de la lija hasta poder saber sin equivocarme que es lo que hace cada grano.Los movimientos de Hajeub por la bota son equiparables a los de un experimentado músico de cámara con su viola. El mundo exterior es irreal,mas bien inexistente. Otro hombre entra y saluda reverencialmente en árabe al cordonnier con la misma fórmula que se emplearía ante un califa. Desde la calle llegan las voces fragmentadas de los vecinos y de los turistas ;de los vendedores de tapices y cerámicas. Bañado de penumbra desde mi rincón le pregunto a Hajeub cuantos años tiene y,como si la pregunta le llegara de muy lejos me contesta "Je suis tres grand.tres grand"lo que para mí es prueba de su ancianidad y grandeza a la misma vez. De nuevo se muerde la lengua por dentro y continua sometiendo el cuero a su sitio. A vuelto a desaparecer y yo con él. Navegamos en un mismo barco en el cual el es el patrón y yo un pasajero circunstancial. Viste una chaqueta gris y lleva sobre la cabeza una visera negra con el escudo del Real Madrid. Es un santo cotidiano,sin milagros en la manga.Se encuentra en un lugar inasequible donde el tiempo ya no alcanza; allá donde vamos todos;el gran Hajeub.
Cuando regreso esa noche al camping coloco las dos botas juntas y el olor a cola especial inunda el coche.Entonces echo un vistazo a la contraportada del libro de Amin Maalouf recién comprado y leo lo siguiente:"Le destin passe et repasse a travers nous comme l'arguille du cordonnier à travers le cuir qu'il faconne".Y no puedo dejar de pensar en el hombre de las gafas que ríe mudamente solo sabe el de qué.

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