jueves, 27 de enero de 2011

HOY

Una ardilla trepa por el tronco de la palmera y sobre el azul del mar un delfín se da un panzazo a lo lejos. Eso veo por la mañana desde mi habitación en la que siempre amanece soleado. Hay una permanente presencia de barcos pesqueros que muy lejos de ofrecer una imagen bucólica y marítima  solo me traen angustiados pensamientos viendo como esquilman, sin detenerse día y noche, los recursos marinos. No hablo de las barcazas de madera pintadas de colores vivos de los pescadores de costa, si no de la industria ciega y voraz que impide el desarrollo de esa digna actividad artesana. Hay que detenerlos. Antes, en los 70, el lema era " Salvar las ballenas" y ahora...salvar las sardinas. Vamos a comer plástico, células madre y grasa de barco en salmuera.
La playa es divertida viendo sobre todo a los jóvenes indios jugar  como chiquillos y disfrutar pasada de largo la edad militar. Alguna vaca aparece dándose un garbeo y los vendedores ambulantes dotan de color local el ambiente internacional, donde abundan los israelíes, los rusos horteras y sus estupendas chicas descocadas, y los habituales en todo el mundo: ingleses, alemanes y estadounidenses. Españoles no hay, será por la crisis.
Ayer intente comer un arroz indio y me volvió la náusea y los ardores. La espalda sigue con ese dolor en la zona lumbar derecha que me duele y me impide disfrutar de las clases de yoga haciéndome sentir una gran frustración añadida por no llegar a las cotas de disfrute de antaño. Voy a seguir a pesar de arrastrarme.
Mis vecinas alemanas me     cuidan dándome carbón activado, y de noche charlamos en ingles bonito y depurado debido a su ascendencia británica. 
Ya intuyo la partida en breve, tres días o cuatro. Y de momento me reservo la cámara de fotos para cuando me sienta entre la nación india y no en los sucedáneos.

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