martes, 20 de enero de 2009

MECAGUEN

Ronny Mulligan le dio una opción: o vendía su viejo granero, o se lo pegaban fuego cualquier noche. La viejita Jenkins alargó primero su cuello en pos de él y le escrutó a través de los redondos cristales de sus gafitas de montura dorada y a continuación estiró el brazo hasta llegar a alcanzarle de la oreja, al ganster. A sus 93 años derrochaba gran vitalidad y una viva animosidad. Vestía con un enlutado vestido del cual asomaban puños y pecheras bordados de algodón de un impoluto blanco y ahora que tenía entre sus manos cogida la oreja del ganster se entretenía en sermonearle mientras le tironeaba arriba y abajo como a un chicuelo travieso.
" Mira hijito, yo ya soy muy anciana para estas cosas y estos sustos. He pasado una gran guerra, la viruela, dos maridos y unos bastardillos desagradecidos cuyos nombres me caben en esta mano que me gustaría tanto cerrar en un puño si no tuviera cogida tu oreja. Tengo recién hecha una tarta de calabaza y zanahoria, a la que siempre engaño con un chorrito de licor, y aun estará caliente para..." Tiró la viejecita un poco mas fuerte y continuó hablando ahora con los ojos y los labios apretados." metértela por el culo para que cuando salgas de mi propiedad corriendo con los calzones bajados yo vertela colgar y Ursula y Crunch se te cepillen como a un cerdo confitado." y de un súbito movimiento de su otro brazo apareció un filo metálico que surcó el aire con pasmosa rapidez hasta llegar a su destino. De un certero tajo el bisturí cercenó la oreja del matón Mulligan limpiamente y, como si se tratara de un trofeo taurino, la anciana lo sostuvo en el aire. Aun no se había repuesto del ataque cuando, atravesando su paralizada congestión y su mueca de horror y aun antes de que la respuesta cerebral de dolor hubiera realizado su camino de vuelta para permitirle chillar o saltar a un lado, otro rápido movimiento de la anciana le cruzó la cara. Con los ojos desmesuradamente abiertos y el rostro desencajado en un rictus provocado por un terror por él desconocido a pesar de ser un tipo duro, supo que el nuevo corte había sido profundo y tan limpio que la sangre no acertaba a encontrar la rendija por la que derramarse, tan solo sentía el calor y la descomposición de algo . Comenzó a aullar como un poseso y tuvo la suficiente presteza como para evitar otra acometida que se le venía encima y emprender la huida sin su oreja. Por detrás oía a la vieja y unos potentes ladridos. Corría por el campo y la voz de la vieja no se apagaba si no que la escuchaba casi a su lado azuzando a Ursula y a Crunch " ¡A por los confederados, a por los confederados!

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