miércoles, 26 de mayo de 2010

VALLE DE LAS MARİPOSAS 1


Llevo aqui 18 días y bien que podían haber sido 388 porque solo puedo hablar maravillas de este lugar. Esta cerca de Fethiye y de Ouledinez, y solo se puede acceder al Valle en bote; o bajando 40 minutos de despeñaderos con ayuda de Dios y unas cuerdas por una abrupta montaña vertical. Eso fue lo que hice el otro día, cargado de naranjas y bolsas de la compra porque, no sé quien fue el gracioso que me dijo que hasta los niños lo hacían, y atardeciendo las pasé más que canutas. Una cabra vino a mi rescate cuando ya lo tenía jodido y ella me guió por las rocas oscuras y escarpadas. Al día siguiente tuvieron que rescatar a dos extraviados, por cierto. También se puede llegar aterrizando en parapente, que es la opción mas inusual pero que los dos jovencitos galeses, Andy y James, divertidos que te tronchas, hicieron para mi asombro playero la otra tarde.
Tengo un bungalow de madera hecho con tablas, clavos y cañizo que se llama Honey Moon y estoy todo feliz en él, a pesar de las gallinaceas que se pasan todo el santo día escandalizadas escarbando aquí y allá desde el amanecer. Caldo de gallina les deseo a veces; aunque aquí, para comer, tenemos la comida vegetariana mayormente producida por las huertas de esta cooperativa playera. Pago 34 liras turcas que son 17 euros con todo incluido.

Los días van cayendo como el sol en el horizonte. Ninguno se repite y la belleza del lugar con su playa recogida entre las dos imponentes montañas que se cierran al fondo del valle en una cascada es impresionante. Las aguas transparentes y cálidas del Mediterráneo, y sobre todo saber que no muy lejos hordas de bacón y salchichas en bañador se tuestan al sol lo hace aun más mágico si cabe. Hay tambien 5 perros sueltos; entre ellos dos imponentes mastines algo tontos de la cabeza porque suelen ladrar a su propio eco durante un rato largo cada atardecer. Los mas pequeños, como no se oyen a si mismos,  le dejan el trabajo sucio a los grandullones o quizá es que son mas listos. El día que cayó la gran tormenta los truenos retumbaban cosa mala y yo, a salvo en mi bungalow, leía un libro amigo mientras la lluvia caía y los aromas de la tierra brotaban llenando la noche de aromas.
Estoy inmerso en un periodo creativo tremendo; me salen las historias como si hubieran estado esperando adentro su momento y me hubiera tomado un purgante sanador. Ademas de escribir en el maravilloso libro de viajes que viene conmigo desde Egipto y que tan bonito esta quedando, dibujo y le pongo pegotes. Le doy a las acuarelas y a los lapices para dibujar las goletas;


y al tractorcillo al que tanto quiero ya le han bautizado con mi nombre, aquí, en el Valle de las Mariposas.





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