martes, 4 de mayo de 2010

LOS SUBTERRANEOS



Len y Michaela se han venido a la pensión Kose y estamos juntos en el dormitorio del tejado. Planeamos ir a las ciudades subterráneas. Nos ponemos en marcha tras desayunar. Va saliendo todo como la seda; los autobuses locales se detienen a nuestros pies y, uno detrás de otro, nos llevan hasta la ciudad subterránea de Kaynacli; hay otra mas visitada en Derinkuyu pero preferimos pasar menos agobios de gente viniendo a esta. Y tenemos suerte porque todo el mundo parece estar comiendo cuando accedemos a la ciudad como si fuéramos ciudadanos ilustres. Contratamos los servicios de un guía que se nos ofrece. Se llama llama Mustafa, tiene 75 años, poco pelo canoso y un mostacho blanco; los ojos vivos de gris azuloso. Viste un impoluto traje oscuro muy elegante y aunque no es un guía acreditado todo el mundo le tiene tanto respeto que le permiten trabajar como si lo fuera. Vemos como le besan la mano respetuosamente. Su agilidad es inaudita. Como luego nos cuenta, el se crió aquí y conoce todas las entradas y galerías desde que entraban a jugar de pequeños. Nos sentimos encantados con sus adornadas y certeras explicaciones, y tras disfrutar de este enorme termitero recorriendo angostos pasajes, túneles y cámaras intercomunicadas en los cinco niveles de profundidad subimos a la superficie a tomarnos un té. Aprovecho para darme un rasurado. Es curiosisimo lo que hemos visto y como conseguían que el aire fuera tan fresco adentro de esta ciudad. Parece ser que aun quedan muchas otras por descubrirse y se estima en 65.000 las personas que podían llegar a habitarlas; hasta animales metían dentro y a los enemigos los encerraban en cuevas. Seguro que trabajaban como esclavos horadando nuevas galerías y pasadizos...¡¡¡uuuhhh!!! ¡que tiempos aquellos!

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