Nos vamos por la margen izquierda del río paseando bucolicamente; las ranas saltan al agua a nuestro paso y el agua desciende saltarina entre las piedras. A mitad de recorrido paramos a tomar un té en unas cabañas de madera que están dentro del cauce del río. El pueblo se llama Belisirma y se aprovecha del paso de excursionistas en este hermoso lugar aun no masificado. Aquí empiezan los altos desfiladeros; misteriosas iglesias rupestres y oquedades en ambos lados que exploro.
Hay un burro en un prado de la orilla que huye de un turco que le quiere como fondo de salvapantallas y le persigue con su cámara. Cuando el turco se va sin recompensa el burrito me ve y se acerca todo feliz al trote, se pone a mi lado y baja la cabeza para que le acaricie, dócil y hermoso, lleno de polvo como una alfombra vieja..¡Cuanto amor a primera vista!
Tardamos 4 horas y media en llegar a Ihlara, y como ya atardece nos ponemos a hacer dedo con tan buena fortuna que nos para una furgoneta de jóvenes turcos que van a visitar el volcán Hasan cuya cumbre veíamos a lo lejos cubierta de nieve. El viaje de regreso es un cachondeo y además, son tan amables que luego nos dejan en nuestro destino, 25 kilómetros fuera de su ruta, en la parada de autobús. Muy buen día, ¡si señor!