martes, 23 de diciembre de 2008

La camioneta

La camioneta se detuvo averiada junto a la pista en mitad del desértico pedregal. El sol golpeaba fuerte a mediodía y el horizonte temblaba. Una serpiente reptó hasta unas piedras calientes y se detuvo entretenida en hacer sonar el cascabel y mas tarde fue una figura difusa la que se acercó. El coyote orinó sobre el neumático y busco la sombra en un arbusto reseco. El día iba transcurriendo sin mayor novedad cuando una nube de polvo marrón se elevó en el aire y un rebaño de ovejas cruzó por el desierto hasta quedarse detenido en las proximidades de la camioneta acampando a sus anchas sin otra cosa que hacer que balar y rumiar en algunos brotes espinosos. El pastor, un indio carbonizado por el sol, sacó de una bolsa de cuero algo de comer y entrecerró los ojos aguzando la vista. Venía por la pista un coche arrastrando una enorme caravana; era la parte de un circo ambulante compuesto por una sola familia numerosa. Aparcaron a un lado y al rato comenzaron a salir algunos niños que corrían de aquí para allá haciendo acrobacias y cabriolas con cuerdas y pelotas malabares. Oculto por el deslumbre de un sol que declinaba un autobús de la linea oriental llegaba como surgiendo de las entrañas de la tierra y abría las puertas para luego arrancar y perderse en el horizonte. De él se apearon un grupo de mejicanos compuesto en su mayoría por mujeres y niños. La temperatura descendía y en el recorte de una lejana cordillera asomaba una luna pálida. Entonces una camioneta conducida por unos jóvenes, dio un frenazo cuando parecía que iba a pasarse de largo y una enorme polvareda la cubrió; por las ventanillas bajadas se escapaban las canciones del transistor hacia el desierto;y de ella se bajaron a inspeccionar la camioneta averiada cuatro jóvenes de largas melenas de los cuales uno era una muchacha de no mas de dieciséis años. Buscaban piezas de repuesto. Abrieron la portezuela delantera y fisgaron dentro. Al fondo de la camioneta averiada un hombre de piel cetrina y ojos oscuros cuidaba de una mujer que yacía tumbada pasándole paños húmedos por la frente. No dijeron nada; pero decidieron quedarse por allí sin saber a que se debía el motivo de su decisión. Las hogueras se habían encendido y calentaban a los diversos grupos acampados. Los mejicanos cantaban y tocaban una guitarra española. La noche oscura y limpia donde brillaban las estrellas mostraba un variopinto grupo. De pronto rompió un bebe a llorar y todos quedaron en silencio para oír mejor. Provenía de el interior de la camioneta donde había una luz temblorosa. Las canciones volvieron con mas alegría en el páramo y se oía a la gente reír. En medio de la celebración y bien entrada la noche el rugido de unos motores adelantó la llegada de tres motoristas. Con las luces de los faros aun encendidas se agruparon y estudiaron el contorno del lugar y a los grupos reunidos junto a las hogueras. Asentían y parecían estar de acuerdo con algo. Dirigieron la mirada a la camioneta averiada y después al aparato de navegación que les había guiado hasta allí. En el firmamento se movía un satélite camuflado entre las estrellas.

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